Papá llegó justo cuando ponía su plato sobre la mesa.
-¡Qué bien huele eso!-comentó, con aire bonachón-Hola, Ly
-Hey, padre.
Él me acarició la cabeza al pasar, despeinándome
enérgicamente la trenza. Me pasé la mano por el pelo para valorar los daños.
¡Qué oportuno!
Se sentó y puso la televisión. Eso venía a significar que su
existencia como ser humano razonable en este planeta había acabado, incluso
durante los anuncios. No es que se volviese irracional -ni mucho menos-
simplemente no escuchaba ni veía otra cosa que no fuese su plato y los
embobantes colorines de la pantalla plana.
Pues vaya.
Contuve un gemido cuando mi lengua registró el sabor de mis
patatas preferidas. Siempre me ha gustado la comida fría, así no tengo que
esperar para comer. Pero claro, qué iba yo a pedirles a unas patatas al horno y
un pollo asado.
Así que, pacientemente, aguardé, comí con tranquilidad y
esperé un tiempo prudencial antes de retirarme a mi habitación. Me puse en pie
y alcé mi plato.
-¿Ya te vas? Es viernes, ¿no sales esta noche?
-Me he levantado a las siete-le recordé a mi padre-y me he
pasado el día fuera. Estoy cansada, quizás mañana salga hasta más tarde, pero
aún no tengo nada planeado.
-Es verdad, tú has ido a clase hoy...-se rascó la sien con
aire confundido
Enjuagué los cubiertos, el plato y el vaso y lo metí todo en
el lavavajillas.
Volví a aparecer por el salón y me estiré bostezando.
-Hasta mañana, papá. Buenas noches, mamá.
-Descansa, cielo-dijo ella, porque él volvía a mirar la
televisión.
Mi hermano se puso de pie, aún masticando, y me
abrazó. Dejé reposar mi cabeza en su pecho, escuchando el lento golpeteo de ese
feo músculo al que se asocian las emociones.
-Ea, pequeña Dovahkiim.
"Sangre de Dragón" en un juego. Ja, ja.
-Te quiero.
-Yo a ti tampoco.
Pero me dedicó una de sus exclusivas sonrisas antes de
volver al sofá.
Yo subí las escaleras. Estando descalza, no me preocupé por
que mis pasos pareciesen lentos y cansados.
Me encerré en mi habitación.
Amaba mi dormitorio. Era pequeño, fácil de limpiar, y tenía
todo lo que yo necesitaba. Toda la habitación estaba decorada a mi gusto. Las
paredes pintadas de blanco y morado, con una gran ventana siempre abierta cerca
de la cama. La ventana tenía un pequeño poyete donde yo me sentaba a leer
siempre que podía. Las sábanas eran negras y moradas, mis dos colores
favoritos. Y por las paredes y el techo, incongruentemente, un montón de
pósters de mis grupos preferidos y mis series anime favoritas. Avenged
Sevenfold, Bullet for my Valentine, System of a Down, Disturbed, Rammstein,
Nirvana, AC/DC, Muse, Killswitch Engage...
Los muebles eran oscuros, de caoba, solo barnizados. Contaba
con un armario empotrado, una enorme estantería rebosante de cuadernos y
libros, mesita de noche y un escritorio con mi ordenador portátil. Soy un poco
desordenada, así que siempre hay cables y cargadores, papeles, ropa por ahí.
Así que abrí la ventana y quité la mosquitera. Siempre fui
más bien calurosa, pero al final de la tarde el cielo se había nublado, así que
cogí una sudadera. Por la noche hacía rasca, aunque solo estuviésemos a 20 de
Septiembre.
Mi sudadera favorita me la regaló mi hermano de Londres y la
llevaba a todas partes. Era muy grande, me llegaba casi a las rodillas. Él
conocía muy bien mis gustos. Calentita, y sin embargo, no agobiaba. También era
discreta, del metro. Era marrón, según recuerdo y lleva escrita la palabra
"Underground" simulando un efecto desgastado.
Al ponérmela, noté que disimulaba hasta los pantaloncitos
del vergonzoso pijama. Parecía que no llevaba nada debajo.
Me aproximé al muro. Debajo, a unos cinco metros, nada más que
el césped de mi jardín. En el muro no había espacio para los dos pies. Tomando
como punto de apoyo el tendedero, salté, aferrándome a las tejas y acabando
sentada, con los pies balanceándose sobre el vacío. Me eché hacia atrás y
permanecí mirando a las estrellas, deleitándome con su espectral brillo,
planteándome la distancia, asimilando los mies de años luz...
Me pregunté cómo diablos aparecería Dani. Yo solo podría
subir a mi tejado con una escalera o desde el muro, y en cualquiera de ambos
casos tendría que estar en la terraza, a la que solo se puede acceder desde el
lavadero, mi propia habitación...
Su sombra apareció caminando de forma casual. Al principio
no la vi, pero procedía de la primera de las casas adosadas de mi calle.
Caminaba tan tranquilo al borde de la misma muerte, a unos diez o más metros
del suelo, que me llevó a preguntarme cuánto tiempo llevaba haciendo lo mismo
Cuando llegó a mi lado, yo no alcé la vista
-Hola-murmuré con suavidad
-Hola
-¿Cómo has llegado hasta aquí?
-Soy mago
-Claro-repuse con ironía
-¿Cómo crees que sé tu nombre y tu domicilio?
Mantuve el silencio y él soltó una carcajada, como una
exhalación.
-Exacto.
-¿Qué buscas de mí?
Los extraños nervios de antes habían desaparecido. Solo
quedaba anticipación.
-Conocerte
-¿Por qué?
-Porque me llamas la atención
-Soy una niña
-¿De verdad lo piensas, o solo intentas disuadirme?
-Un poco de cada
Se sentó ágilmente a mi lado.
-¿Puedo preguntarte cosas?
-Como gustes
Me encogí de hombros.
-¿Llevas algo debajo de esa sudadera?
Me reí
-Claro, llevo un pijama bastante feo.
-¿Cuáles son tus flores favoritas? Para la próxima vez
Ahora ambos sonreíamos francamente
-Los lirios, pero así está bien, me acuerdo de V
-¿El de la película V de Vendetta?
-Exacto. Es uno de mis personajes preferidos
-Pero no te gusta mucho el cine, ¿no?
-¿Cómo lo sabes?
-Tienes muy buenos libros en la estantería. Y muy buenos.
Algunos están tan usados que me permiten saber que te gusta releer tus libros
preferidos
-Así es. Mis escenas favoritas, las que son irrepetibles...,
bueno, es una tentación si no tengo nada mejor que leer.
-¿Y ahora? ¿Qué lees?
Estaba sufriendo un enorme Dejà vu.
-Esto...cuentos clásicos de Grecia y Roma...la
metamorfosis...
-De Ovidio, ¿no
-Sí
-¿Lo relees?
-Sí
-¿Porque no tienes ningún libro nuevo?
-De momento, no-repuse, totalmente perdida
-Eso quería oír. Bien, tengo una sorpresa.
Se puso en pie y me tendió la mano
-Confía en mí
¿Citando a Kirtash otra vez? Antes de ser consciente de lo
que hacía, mi mano estaba sobre la suya.
¿Ahora qué? ¿Más sorpresas?
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