-¿A dónde vamos?
Seguía tironeando de mi brazo
-Te dejaré que lo adivines durante el trayecto, ¿vale?
Permanecí en silencio, dando a entender que iba a ser buena. Llegamos a la estación, que estaba muy cerca. Acerqué mi tarjeta recargable a la máquina con intención de comprar un billete de ida y vuelta. Pero Ézhor me aferró el antebrazo.
-Ya que yo te hago ir, déjame invitarte.
No me opuse. Durante todo el tiempo que habíamos sido amigos, nos invitábamos mutuamente, comíamos y dormíamos en casa del otro con frecuencia, y todo funcionaba con reciprocidad. No digo que fuese la manera más justa, pero sí la más cómoda para ambos.
Él sacó su tarjeta del consorcio y me hizo pasar.
-Dos minutos para nuestro tren, Ézhor.
Le cogí de la camiseta y señalé la pantalla negra y verde.
-¡Vamos!
Ambos nos precipitamos a empujones por las escalerillas mecánicas. No había mucha gente. Ya oíamos el rugido del vagón al detenerse.
-bi...en...-jadeé.
Una vez las puertas se hubieron cerrado a nuestras espaldas y escogimos asientos, encaré a Ézhor.
-¿A dónde vamos?-exigí.
Por supuesto, sabía que no iba a ocurrir nada mientras estuviera con él. Aún así, mejor era estar bien informado, para evitar broncas paternas después.
-¿Qué solemos hacer siempre que estamos juntos, Ly?
-una pregunta no se contesta con otra-repuse, al olerme una trampa
-Es una pista.
-Bromeamos, nos reímos, jugamos, montamos en bici.
-¿Alguna vez hemos hecho algo bonito? ¿Alguna vez hemos hablado sin bromear?
Me miraba con una increíble intensidad. Parpadeé, asombrada.
-No caigo, Ézhor.
-Porque no lo hemos hecho nunca, precisamente. Hace un día espectacular, y me apetecería saber más de ti. Trivialidades, no te asustes. Cosas como tu comida favorita
-Esa ya la sabes-comenté.
-Era un ejemplo.
Volvió a ser él. Todo sonrisas.
Me cogió la mano de nuevo. La sentí suave y muy cálida, palpé los callos que se habían formado allí conde sus dedos habían rasgado las cuerdas de su guitarra o dibujado uno de sus firmes trazos. Me gustaron esas manos de artista.
-Próxima parada: Prado de San Sebastián-. Anunció una voz femenina, fría y monótona.
Él se puso en pie.
Le seguí a través de la estación hacia la brillante tarde de verano. Hacía calor, pero no los 40 grados típicos de Sevilla, sino una temperatuba agradable. Atravesamos el Prado y seguimos caminando hacia...
-¿Vamos al Parque de María Luisa?
-Sí
Silencio.
-¿Qué piensas?
-Que allí nos conocimos
Alcé los ojos hacia su inquisitiva mirada y sonreí a su expresión tierna.
-Lo sé.
Me abracé a su cintura, y él pasó el brazo por mis hombros. Debíamos ser la viva imagen de una feliz pareja. Lo éramos, solo que se trataba de una feliz pareja de amigos.
Se detuvo en medio de una de las calles principales y se quitó su palestino rojo y negro. Sus colores favoritos, rojo y negro. Se situó detrás de mí.
-¿Qué...?
Repelí instantáneamente la oscuridad, apartándome de ella
-Confía en mí. No quiero que veas a dónde nos dirigimos.
Kirtash. Había citado a Kirtash, personaje de una novela de Laura Gallego. Solo eso me hizo permanecer relativamente quieta en el sitio mientras me tapaba los ojos con un nudo enérgico y apretado. Luego volvió a abrazarme. De vez en cuando me prevenía de tropezar con un escalón o un bache, de una zona resbaladiza o un excremento de perro.
-¿Cuántos van a ser?
Aquella voz no me sonaba de absolutamente nada.
-Somos nosotros dos.
-Un ticket para la pareja.
-No somos...-comencé a protestar
-Gracias-repuso Ézhor amablemente.
Luego le sentí colocar las manos sobre mis hombros.
-Ahora tienes que impulsarte. Va a ser una superficie inestable, tienes que ser cuidadosa-. Me advirtió
-Vale...
Me indicó dónde poner el pie y encontré que el suelo se movía. También sentí su peso cuando me siguió y me hizo sentarme. Luego se alejó
-¿Éz...?
-Estoy sentado delante tuya.
Sentí que tiraba de uno de los extremos del palestino y al fin pude ver.
Estaba en medio del agua.
Ézhor había alquilado una de las barcas para pasear durante un rato conmigo. A eso se refería...
-¿Una..., una barca? ¿cómo? ¿por qué?
-Una vez dijiste que nunca habías montado. Me pareció algo nuevo y bonito. ¿No te gus..?
Antes de que pudiese terminar la frase me impulsé por el corto espacio entre nosotros y le eché los brazos al cuello.
-Me encanta.
Sentí su piel más caliente que antes.
-Gracias.
Su voz se tornó ronca.
Permanecí en silencio, dándole vueltas a algo.
-¿Pasa algo, Ly?
-¿No crees...que esto le puede sentar mal a Mara?
Mara era una chica muy guapa, de cabello rizado y ojos muy verdes. La novia de Ézhor, vaya.
-¿A mi ex? ¿Por qué?-inquirió con desenfado
-¿A tu...QUÉ? Espera que procese la información.
-Lo hemos dejado
-Ya lo veo
Me sentía casi...ahogada. De pronto tuve la certeza de que no podría volver a verle como mi mejor amigo sin que otra posibilidad se mantuviese agazapada en mi mente...
Sacudí la cabeza.
-No confiaba en ella después de una serie de factores y situaciones a considerar.
-Ah. ¿Debería decir que lo siento?
-Solo si lo sientes de verdad
-...
-Nunca te cayó bien
¿Cómo podía reírse en semejante situación
-No.
-Vale, a lo que estábamos, ¿puedo comenzar la ronda de preguntas?
-Adelante.
-Sobre libros. Tus escritores, obras, sagas y géneros favoritos
-Podría estar todo un siglo hablando sobre libros
Sonreía ante mi tono reprobatorio.
-Podría escucharte todo un siglo sin importar de qué hablases
-Se puede freír un huevo en mis mejillas-le acusé
-Empieeeeeza
-Vale. Comencé a leer con asiduidad a los ocho años, y mi primer libro que sobrepasó las quinientas páginas fue Crepúsculo. No pongas esa cara-me quejé ante su mohín-. Me llamó el título la atención y nadie se lo estaba leyendo todavía. Mis géneros preferidos son la fantasía y el romance, aunque leo de todo. mis épocas preferidas van desde Jane Austen alrededor de 1800 hasta las novelas futuristas como la de Scott Westerfeld. He leído tantos libros que no podría enumerar sus títulos, pero me encantan algunos escritores como las hermanas Brontë, Wilkie Collins, los cuentos de Edgar Allan Poe, Jane Austen, la fantasía de Laura Gallego y muchísismos más.
-Hmmm...¿Qué estás leyendo ahora?
-Clásicos grecolatinos. La Metamorfósis de Ovidio, concretamente. Libro tercero, mito de Eco y Narciso.
-Cuál es tu historia mitológica preferida
-Esa y la de Apolo y Dafne.
-¿La chica Laurel?
-Esa misma
Esbozó una sonrisa complacida.
-¿Cuál es la parte que más te gusta de tu cuerpo?
-Ni idea. La belleza es un gusto, y los gustos son algo muy subjetivo. Creo que hay un dicho para eso
-Sí, "para gustos colores", pero no es eso lo que yo quería decir. Qué te gusta más a ti
-No lo sé-musité-¿mis ojos? son las ventanas del alma. Como yo no creo en ella, diré que son las ventanas de mi cerebro. Supongo que pueden desmentir todo lo malinterpretable de mis palabras
¿No he dicho nunca cómo era? Diantre, debería haber comenzado por ahí. Medía alrededor de un metro setenta, muy bien para mi edad. Signo Virgo, había cumplido quince años un par de semanas atrás. Tenía el rostro redondeado y salpicado de pecas. Mis ojos eran grandes y bastante brillantes, de color chocolate. Me estaba dejando el pelo largo y la me llega a la mitad de la espalda...más o menos. Era rizado, en tirabuzones a veces. Muy espeso. Castaño claro, rubio en las puntas.
No estaba muy delgada y eso me acomplejaba. Recordé que mis amigas decían que es mejor que haya dónde coger. Además, siempre decían sentirse celosas de mis...ehm...atributos femeninos muy desarrollados.
-Son muy bonitos. Tus ojos, digo.
Por un momento, perdida en mis pensamientos, pensé que se refería a mis "atributos femeninos".
-Me sirven para leer, es la única ventaja que les veo.
Reí.
-Pues a mí me sirven los míos para poder observarte.
Nueva explosión de calor.
-Joder, cómo estamos hoy, ¿no?
Él inclinó la cabeza sin decir nada, y siguió remando apaciblemente, perdido en su mente. Con frecuencia me lanzaba alguna nueva cuestión que yo respondía ampliamente de buen grado.
Lo efímero del tiempo arrastró las horas lejos de mi alcance,
Qué feliz era.
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