¿Qué era? Aquello que me parecía tan estúpido..., no recuerdo en que estaba pensando. Ah, sí. Hace un rato me dijeron que nada como un puñado de desconocidos para olvidar a la persona que me hizo daño. Qué estupidez, porque siento sus ojos sobre mi nuca, observándome desde cientos de kilómetros. Cientos de recuerdos atrás, cintos de días, de palabras de amor, de fotos. Y esas manos que ahora me queman la piel de la espalda, ascendiendo lentamente, aprendiéndose mi anatomía, no me provocan nada. Nada sentimental, claro. No amo esas manos. No son tiernas, ni familiares. Pero despiertan mi instinto, ponen mis nervios a flor de piel. Y yo me pierdo en su aroma, en unos ojos que no son bonitos ni familiares, sintiendo en mi conciencia el peso de una traición fantasma. No se puede traicionar una promesa que nunca tuvo valor para él. No puedes serle fiel a alguien que no lo hizo nunca. Pero yo estoy pendiente de mi orgullo, y debo decirle que pare, porque si no mi voluntad se hará humor y no tendré motivos para detenerle.
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