Sin embargo, anoche ganó la partida el egoísmo.
No hubo árbol.
No hubo luces.
No hubo adornos.
Casi no hubo ni villancicos..
Solo un montón de estudiada frivolidad.
Únicamente cuando llegamos a Almensilla me sentí verdaderamente en familia. Desde una esquina, estudié a Pepo y a mi hermana con sus jerseys de reno tirando confeti, riendo y besándose con los ojos brillantes de ilusión. Pronto los globos, los dulces y los paquetes con sus regalos lo llenaron todo; y cuanto más lleno estaba el salón con las huellas del amor de mi familia, más vacía me sentía yo por dentro.
Y, de regalo de navidad: una punzada de envidia.
Me encantaría haber estado ahí, para poder decirte feliz navidad y que todos tus sueños se hicieran realidad
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