Que no tengo la culpa, lo sé. Que podría haberlo evitado, es una cuestión discutible.
Abrir la puerta a esos recuerdos ha sido más liberador de lo que esperaba. Difícil, también; sentir mis ojos empañarse y alejarse de la realidad por momentos. La memoria vaga por las sensaciones que invadieron mi cuerpo, por el frío, el dolor, el miedo y la culpa, me cuesta encontrarme en sus ojos oscuros que me miran con rabia contenida.
Sé que me seguirá mucho tiempo; cuando camine sola, cuando sea navidad, cuando me vaya a dormir..., pero al menos ya no lo hará cuando ame. Lo supe cuando sentí el peso dubitativo de sus dedos cálidos contra mi tráquea y mi instinto fue arquear el cuello para cederle más espacio. Lo supe cuando quise estirar las piernas para controlar el placer, no pude, y la sensación se volvió más intensa dentro de mí.
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