viernes, 5 de febrero de 2021

Juguete roto

 Mi mente lucha por devolverme a otros momentos que jamás me permití procesar, y yo lo abrazo..., abro la boca y dejo que fluya. Más complicado que sentir mi cuerpo invadido y usado es mirar a alguien a la cara y admitir en voz alta que siento que lo permití, que me lo busqué y que me lo merecía. 

En una ocasión, en una ciudad muy lejos de aquí, una mano se cernía de golpe sobre mi boca para hacerme callar, recordándome a aquella palma enorme y sudada, y yo me bloqueé con un ramalazo de helado pánico..., el cuerpo devuelto al duro albero húmedo del parque y alejado del calor sensual del abrazo de la persona amada. Sintiendo que iba a vomitar el corazón y privada de la posibilidad de hablar, me quedé congelada y rígida, él susurraba para que me calmase, sin salir de mi interior, pero yo no podía escucharle, sentirme o respirar siquiera. Toulouse se convirtió en el escenario involuntario de una regresión, y yo fingí que contraía mis músculos con placer para que acabase de una vez y luego salí corriendo a la ducha, a lavarme el miedo de la piel.

No volveré a Toulouse.

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