Solo de recordarlo se me acelera el pulso, no lo puedo evitar. Calor, humedad, la luz mortecina de una noche nublada y sin estrellas.
No cierres los ojos.
Labios jugosos, hinchados, un piano que suena muy lejos. Una mirada, ónices relucientes bajo las cejas arqueadas, concentrado. Resbaladizo. Descargas eléctricas.
No cierres los ojos.
Un beso, una caricia de los dientes tras él, la lengua fuerte y conocida. Sin aire. La mano altera el ritmo. Todo denso, cálido, íntimo. Puedo olerte, respirarte. Tu olor en mi paladar, saturado de endorfinas.
Mírame.
No queda espacio para ese resquicio de humor, la sonrisa displicente y el ego satisfecho que a veces hace su aparición entre los azotes de mi placer. Solo amor, dedicación que rezuma de la intimidad supurante, solo el miedo que provoca la vulnerabilidad, la expresión, el placer.
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