Le he visto. Tengo que confesar que le he visto, y no he podido procesarlo todavía; por eso estoy aquí. Mi refugio.
Parece irreal. El ardor persistente en la piel, que sentía ajena; el corazón galopando a una velocidad temeraria bajo mi dermis.
Me temblaron las piernas cuando nos abrazamos y pensé que me caería, pero todo él es firmeza, seguridad, decisión. Algo hizo click en mi cabeza y las piezas encajaron.
Lo vi todo, como si el mundo estuviera por fin en la posición correcta, después de tanto tiempo inclinado en un ángulo desconocido, poco familiar. Por primera vez en mucho, mucho tiempo, me vuelvo a sentir yo. Viva, presente, activa. Yo.
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