Si 2015 fue el año del Chatir, esa lenta carrera de desgaste, 2016 ha sido el año de la progresión. Me he propuesto tratar de no dejarme llevar por la melancolía oscura del invierno, como ocurriera en mi balance del año pasado; así que, comparándolo con una carrera, creo que este año he comenzado a caminar y, al final, he hecho mi exitoso sprint final, con el júbilo y el cansancio satisfecho quemándome los pulmones. He vuelto a ser un poquito adolescente, con mi insomnio y mis desequilibrios mentales, con mis inseguridades, y sin embargo con ganas de encontrar ilusiones. No puedo olvidar ese amor dulce y denso como chocolate fundido, corriendo por mis venas e iluminando mi mundo, pero son también todas esas experiencias y metas las que brillan por luz propia. Me gusta tener objetivos con los que enfrentarme al mundo. Me gusta esforzarme y encontrar recompensas.
Así que vuelvo a empezar, aún con mis miedos y con todas esas tareas pendientes que tengo que solucionar, corriendo con ganas, con entusiasmo, bien acompañada. Inicio el año con amor, creciendo un poquito más, encontrando libros, aficiones, actividades y personas que colmen un poco más mi corazón intranquilo.
Y a todos aquellos que estén buscando un comienzo mejor..., las cosas nunca cambian de un día para otro. Solo vosotros podéis cambiar la óptica con la que veis el mundo, y las comparaciones no suelen ser acertadas. Sentíos un poco más afortunados por vuestra suerte.
¡Feliz año nuevo!
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