domingo, 15 de enero de 2017
Paula.
Aún me acuerdo a veces de Paula, tocando la guitarra de espaldas a mí, con su camiseta demasiado grande dibujando los contornos duros de su cuerpo de hueso y músculo, la curva de su espalda, el ángulo de su hombro cubierto de hebras de ondas del color de la miel sobre las torrijas, asomando entre ellos el arco puntiagudo de su oreja tímida. En mi cabeza, su cuerpo aún se balancea movido por un viento invisible, al ritmo de un atardecer de verano, acunado por un rasgueo enérgico, dulce y aún suave como ella.
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