Estaba tan cerca que he sentido su cuerpo desplazando el aire frío. Tan cerca, que juraría que le he olido. Se me ha parado el corazón y he sentido una oleada de pánico en la boca del estómago, y luego ha reemprendido su marcha a toda velocidad. Tomando aire bruscamente, me ha invadido un intenso mareo.
Enfadada, nostálgica, asustada, esperanzada. He sentido un montón de cosas, y lo peor es que soy la única que las ha sentido. Como siempre que estoy contrariada por un sentimiento desagradable o malo, he enterrado la cabeza en mi bufanda y me he concentrado en pensar en Ale, mi pequeño y precioso bae, mi amuleto, y en concreto la dulce sensación de acurrucarme en sus brazos cuando estoy cansada y dejar que me abrace y me sostenga en su calidez cómoda y suave, envolvente, escuchando solo la cadencia regular de sus latidos contra un lado de mi rostro. Por un momento me encuentro transportada por mi propia imaginación hacia el lugar soñado.
Mi cabeza guardó silencio, y mi corazón tartamudeó hasta recuperar su ritmo normal. Cuando he abierto los ojos y mirado alrededor, ya no había nadie. Estaba sola en medio de la calle.
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