El fuego calienta las cosas de forma extraña. Mi ropa, por ejemplo, me producía la sensación suave y cálida de quien sale de la ducha y ha dejado la ropa sobre el radiador para que esté tibia; pero la piel de mis antebrazos y mis manos experimentaba un calor intenso y picante, y me imaginé a mí misma dando vueltas sobre el fuego como un pollo asado. Podía sentir el arrebol extendiéndose por mi pecho, mi cuello, buscando mis mejillas, aunque probablemente eso tenía causas bien distintas.
Había un tipo de fuego bien distinto bajando por mi pecho, quemándome el esófago camino de mi estómago. El alcohol produce una quemazón extraña mientras baja inexorable, una explosión agradable de tibieza cuando se asienta. El vidrio frío abandonó mi mano mientras cedía mis sensaciones a otras personas.
El resplandor anaranjado sobre el agua, negra como boca de lobo, también era hipnótico. El mundo, en su fría combustión nocturna, se veía en dos variedades cromáticas: la del cielo negro salpicado de motas plateadas, la de la acera gris resquebrajada, el agua oscura y uniforme reflejando las vagas luces de la ciudad. Las palidez de las personas enfundadas en ropa oscura, a mi alrededor. Las llamas, rebeldes, trazaban un inofensivo círculo amarillento a su alrededor, dibujando más luces y sombras en el paisaje, y se reflejaban en la superficie del río con una intermitente insinuación de resplandores rojizos y azules.
También había algún tipo de fuego en los labios de Miky. La clase de calor que comienza con suavidad y se expande, arrasando todas las demás sensaciones, los colores, y los pensamientos. Se dejaba sentir en sus dejos helados, que ardían en todos los rincones de mi cuerpo a una velocidad alarmante, me chamuscaban garganta abajo bajando con sus labios, y se dejaban sentir en el arco tenso y doloroso de mi espalda ansiosa. Oí silbidos, y un calor como de vergüenza y orgullo se dejó caer en una sonrisa boba en mi rostro.
Qué joven era. Qué joven y qué estúpida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario