A veces quiero decir la verdad. En serio, lo prometo. Ojalá pudiera memorizar mi voz mental y ser igual de sincera que cuando hablo, pero es demasiado difícil. A veces simplemente pienso demasiado rápido y no dejo huella en mí misma. Otras veces unas ideas vienen a mi cabeza, pero la boca me desobedece.
Pero, ¿para qué buscar excusas?
- ¿En qué estás pensando?
"¿Para qué preguntas, si ya lo sabes?"
- En nada.
Baja la música con las puntas de los dedos.
- No sé por qué no acabo de creérmelo.
Encogimiento de hombros. En el retrovisor, el sol se refleja en mis ojos y por una vez los libros tienen razón, y puedo ver miedo en ellos.
- Pues es así. Sigo pensando en ese libro que acabo de leer.
Bien, eso no es del todo mentira, pero me mira de reojo. Es cierto que pensaba en el libro, en el amor, en la pasión, en el destino... pero no desde un punto de vista contemplativo. ¿Cuándo he sentido la necesidad de mentirle?
Quizá en este momento, cuando intento mantenerme serena.
- No me lo creo.
Silencio. Me deja, y finjo que sigo cavilando, pero estoy pendiente de él, de la música, del aire y del paisaje. Del sol. Casi puedo oírle pensar lentamente, profundamente, porque sé que sabe qué es lo que cruza mi mente siempre.
- Todos los caminos llevan a Roma, Cris.
"Qué chorrada. Es como creer en el destino". Una parte de mi mente desarrolla esa idea, pero no me apetece ser seria y darle la razón, así que decido lanzar una broma estúpida.
-Y todas las Romas llevan a los caminos.
"Maldito cerebro defectuoso".
-...No.
Coge mi mano y la coloca en el cambio de marcha.
- Comprueba siempre los espejos antes de ponerte en marcha, nunca en el camino.
-Ah, ¿no?
Sé que lo hace para distraerme. "Gracias", pienso con fervor.
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