Hoy se conmemora el aniversario de la II República española.
Para muchos, el antecedente directo de una guerra; para otros tantos, una aberración contra la tradición de este país. Hay quien la anhela, enarbolando una bandera que no refleja lo que pretendía aquella generación que valientemente se irguió valientemente contra la corona y contra la dictadura. Y también hay personas que defienden los valores de aquel movimiento tan efímero y bello.
Yo soy republicana por los ideales que se establecieron durante la II República. Podría haber sido una monarquía parlamentaria, por ejemplo, y yo habría defendido los principios de ese período con el mismo fervor.
Pero no, precisamente fue una república. Cuando pienso en aquella época, siento nostalgia de esas cosas que ahora mismo me parecen utópicas: el laicismo, la preocupación por la clase obrera, la aconfesionalidad y esa constitución tan avanzada para el momento, tan avanzada incluso al compararla con la de 1978.
Sinceramente pienso que la república en España no es solo un sentimiento. Para muchos de nosotros también es una realidad.
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