miércoles, 6 de agosto de 2014

There was a time.

Abro los ojos vagamente desorientada, buscando la familisr vista de mi dormitorio. Pero no.
Mis ojos adoemilados recorren un amplio salón iluminado por el sol del atardecer. Estoy tumbada sobre un enorme sofá color crema, admirando la perfecta disposición de los muebles de caoba, y el perfecto contraste con el parqué color arena y las paredes grisáceas.
Solo llevo puesto mi bikini, aún ligeramente húmedo, y es entonces cuando recuerdo que nos quedamos dormidos en el porche después de nuestra "competición" a nado. La victoria resuena con su orgulloso himno en algún lugar de mi cabeza, y una tonta sonrisa se desliza en mis labios.
A mi lado, el sofá está levemente mojado, por lo que deduzco que alguien más durmió a mi lado, o se sentó ahí. Me pongo en pie, descalza, y camino hacia otro sillón a juego sobre cuyo respaldo hay un montón de ropa, aunque no la mía. Reconozco la camisa celeste que llevaba Seth antes de bañarnos en la piscina, me la pongo sobre los hombros y agito los brazos para que mis dedos asomen por las largas mangas.
Una melodía dulce y melancólica me llega desde una puerta a mi derecha, parece que conduce al jardín. Sigo el sonido de la guitarra acústica y me encuentro con su espalda morena ligeramente encorvada sobre el instrumento, una expresión dulce y concentrada mientras contempla el reflejo del sol sobre el agua de la piscina, iluminando de color jade las hojas de las plantas más cercanas.
Su ceño se cierne una milésima de segundo sobre sus ojos, gira levemente el rostro y me mira. Una sonrisa blanca y perfecta cruza ese rostro como si fuera el sol en un cielo nublado. Y esos ojos, que son como el tronco de un árbol cubierto de musgo, se iluminan con el sol de la tarde, y rezo distraídamente para que mi piel no sea color cereza ahora mismo.
Me acerco lentamente, con una timidez nada propia de mí, y me siento frente a Seth.
-Hola.
-Hey.- alarga la mano hacia mí, y veo que sostiene un botellín de Desperados.- ¿Quieres?
Sonrío levemente y cojo el frío recipiente. Me llevo el borde a los labios y pruebo la cerveza, con ese fondo profundo a tequila.
-No quería interrumpirte.-musito, a modo de disculpa.
-Y no lo haces
Rasguea la guitarra en un silencio repentino y denso. Sin tensión.
-¿Hay algo que te gustaría oír?
Muchas alternativas pasan por mi mente, mezcladas con melancolía y felicidad. El regusto amargo de los recuerdos felices que ya no están. Así que me encojo de hombros y bebo cerveza, admirando las hortensias verdosas que decoran el porche.
Dos notas titubeantes, reconozco la canción. Comienza demasiado lenta, luego coge ritmo, me hace fruncir los labios, querer reír, inundan mis ojos de lágrimas y un hálito tembloroso se instala en mi pecho.
Me mira, y sonríe. Mis mejillas se estiran en respuesta, igual. Y cuando he recuperado la voz, canto la letra muy bajito, muy dulce, en un tono bajo y grave.
Bebemos cerveza, cantando al unísono, rodeados de música, mientras el sol cae.

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