Hice todo aquello que quisiste. Por eso es humillante. Cambié mi estilo, mi cabello, mi forma de ser, de vestir, de pensar y de sentirlo todo.
Era una chica elegante. Me convertí en una Heviata de las peores. Del rosa al negro. Del algodón a los pinchos. Comencé a escuchar la misma música que tú. Dejé crecer mi pelo, procuré tener el pelo liso y la cara maquillada en todas las fotos, por si las veías. Me hice la dura en todas las situaciones. Empecé a ser una borde con todo el mundo. Mi inclinación política podría bien ser la tuya. Todo lo que no estuviese relacionado contigo estaba de más. Te presté más atención que a mi familia, a mis estudios, a mis amigos. Te convertiste en mi obsesión, mi meta, mi motivo para seguir intentándolo una y otra vez.
Te ofrecí mi vida entera. El tiempo que no tenía. El corazón que ya no me pertenecía. Mi mente al completo. Mi lealtad incondicional.
Podríamos habernos visto muchos fines de semana. Podría haberte enseñado los lugares más bonitos que conozco, los pasatiempos más divertidos, la música más bella, los libros más interesantes. Podríamos haber reído juntos, haber jugado mucho. Te habría presentado a mis padres, habríamos comido juntos, algo que te gustase mucho. Podríamos habernos escapado. Te habría seguido al fin del mundo si me lo hubieras pedido. Mi cuerpo, mi mente, mi corazón y mi voluntad, esclavos de tus caprichos. Por eso es humillante. Habría ido a verte aunque no me quedase un solo céntimo. Habría bromeado con tus amigos, conocido tus sitios favoritos.
Incluso podrías haber sido feliz conmigo también.
¿Qué faltó? Yo solo quería un poquito de amor. ¿Qué falló? Yo solo pedía un trocito de tu corazón...
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