(Junio de 2011)
Me quedé dormida en cuestión de segundos, y soñé:
Aquella
ciudad me era desconocida. Era muy bella, sin duda, pero yo estaba allí
por una razón en concreto. Contemplé los altos edificios de colores
mustios, el cielo celeste e infinito, el sol brillar sobre mi cabeza.
Los jóvenes se congregaban en bancos, en la playa, o en torno a una
fuente. Aquello no era tan distinto de Sevilla...
En pleno invierno, yo llevaba una chaqueta negra, bastante cómoda, mi
palestino morado, mis pitilos desgastados y rotos y mis converses.
Introduje la mano izquierda en el bolsillo de la chaqueta, y con la
derecha desbloqueé mi teléfono móvil, un Samsung SH-380V mientras me
encaminaba a la playa. Encontré el número que buscaba con facilidad, el
único que permanecía en Favoritos. Me llevé el teléfono a la oreja y
aguardé.
-¿Diga?-contestó una voz amodorrada
-Hmmmm...¿No me digas que te he despertado?
No pude contener la risa, y una carcajada de alzó, exuberante, al cielo.
-¿Qué va!-dijo. Se había espabilado ya, ¿Me habría reconocido?-¿Qué te pasa? ¿Dónde estás?
-No tengo mucho tiempo. No quiero dar detalles. Estaré en la playa, esperándote. Ciao.
-¡¡Espera!!- interrumpió-¿Cómo sabré...?
-No te preocupes, me encontrarás
Reí de nuevo, imprimiendo en mi voz un gracioso tono premonitorio, y guardé el móvil.
Me quité las converses sin apartar la vista de la playa. La arena era
increíblemente blanca, y el mar encrespado estaba, a todas luces, muy
frío. Paseé por la orilla, siendo acariciada por el agua, cristalina
como ninguna. Dejé atrás, en un punto al azar, mis All Star y mi
chaqueta. Ahora sólo me quedaba esperar a que él barriera con sus ojos
verdes la orilla y me encontrara, con mi camiseta A7X. Sólo entonces me
dio por preocuparme de mi aspecto. Qué estúpido, como si no me hubiera
visto antes...en fotos, claro. Me palpé la trenza, y retortijón de
nervios me arrancó una mueca. Le di la espalda a la playa, contemplando
el océano, allá donde parecía unirse con el cielo. Respiré hondo y canté
una melodía al azar, la primera que vino a mi mente. Dulce locura.
Con los ojos cerrados, sentí un par de brazos apretándome contra un
cuerpo cálido y esbelto. Una voz más grave continuó la canción conmigo, y
pude adivinar una sonrisa en su tono.
Sentí su barbilla en mi hombro.
-Pensé que no ibas a aparecer nunca-musité
-Nunca es mucho tiempo-repuso, sin perder el gesto.
Le di la espalda a la playa para mirar a los ojos más bonitos que había
visto en mi vida. Mi corazón imitaba un redoble de tambor, ponía un
ritmo para nosotros dos.
Llevó su mano a mi mejilla. Qué cálido..
-Te quiero-le dije.
Me puse de puntillas, y entonces...
...Entonces me desperté. Y me cagué en los muertos del despertador, eso también
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