miércoles, 1 de agosto de 2012

First.

Recuerdo maravillosamente la primera vez que hablé contigo. Fue un no parar. Creo que cayó en Martes. Un 17 de Mayo, y parece que fue hace años...
A la hora del recreo, mi estómago no era más que una masa irregular de intestinos y órganos. No habría podido desayunar ni de haber querido. El primer recreo, entre Naturales y Tecnología.
Recuerdo que llevaba el pelo recogido en una trenza, cuyo extremo apenas rozaba mi nuca. Los rizos sueltos, que eran muchos, me hacían cosquillas en la cara. Y que lucía mis pantalones piratas, con una camiseta de media manga negra, decorada con guitarras, notas musicales y detalles en negro y rojo. Y unas manoletinas con un lazo en la punta. Puedo recordar hasta el color de mi gomilla del pelo.
También recuerdo que me alejé de mi grupo so pretexto de conectar mi reproductor al altavoz pequeño y rojo. Incluso puedo vislumbrar la canción en la pantallita celeste. Afterlife. Me había enamorado de ella.
-Al final, ¿Quedamos el viernes o no?
-No te enteras, coño. EL SÁ-BA-DO
-Aaah, perdón.
-Nos haremos muchas fotos, ¿no?
-Claro, pero tienes que subirlas, Naya, que nos conocemos.
-¡Si al final las subo!
-¡Dos meses tarde! Todavía faltan algunas del País Vasco
Las voces se desvanecieron en un murmullo de fondo. Yo, sentada sobre el descascarillado poyete naranja, a la sombra de la morera, luchaba mi propia batalla. ¿Y si está dormido? Solo son las diez. A lo mejor está ocupado. O Puede que no me lo coja. Y si lo hace, ¿Qué le digo?
El corazón me tamborileaba en el pecho al ritmo de la música. No tuve la necesidad de buscar su número en la agenda. Aunque no le había llamado, todo por la estúpida indecisión, me lo sabía de memoria.
Dos timbrazos.
-¿...Diga?
Al otro lado, me contestó la voz más dulce y maravillosa que he oído nunca. Una voz un tanto desorientada.
Eso me dio valentía, como si tuviera una pequeña ventaja.
-Hola, canijo. ¿Te he despertado?

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