El sol intermitente en la cara, hierba húmeda bajo la manta, la tibieza de una primavera que arranca tarde. Huele a sol, a naturaleza, a tranquilidad y a cosas buenas. Es un buen momento para todas las cosas que apetecen solo de vez en cuando: una partida a las cartas, una cerveza fría, meter los pies en el agua, una mano indiscreta demasiado arriba en el muslo, jugando, tentando.
Jugamos. Sabemos que no va a llegar a más, pero nos gusta molestarnos. Tirar de la cuerda, probar a ver si se rompe. Nos gusta perseguirnos y tentarnos a dar el paso, disfrutar del principio, la anticipación, las ganas, las expectativas. Muchas veces son la mejor parte del proceso; a mí siempre me gustó alargarlo lo máximo posible, aunque fuera entre suspiros ansiosos.
Planes para pijos, podría pensar él.
Qué pena..., que solo sea un sueño.
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