- ¡Ah!
Un jadeo brusco se abre paso entre mis dientes y dispara una catarata de respiraciones entrecortadas. Me incorporo sacudiendo la cabeza, aliviada de la penumbra caliente de mi habitación, salpicada de puntos de luz: el botón rojo del calentador, el resplandor apagado de las luces de la calle iluminando las vetas blancas y grises de la madera del armario.
Me vuelvo a desplomar sobre la almohada, tratando de calmarme. Pateo el edredón y remango las perneras del pantalón y el bajo de mi camiseta, revelando los contornos de los músculos de mis gemelos y el valle pálido de mi vientre. Cierro los ojos, con la sensación laxa que se tiene después de hacer un ejercicio muy intenso. Apenas he descansado y estoy agotada.
No sé en qué momento me he vuelto a quedar dormida, pero este paisaje me es familiar de una forma vaga y lejana. Parece mi propia interpretación de mis recuerdos de la playa de las Canteras y casi siento el impulso de reír mientras me pierdo en la belleza de la silueta de las montañas sobre los colores cambiantes del océano manchado de arrecifes. En mi idilio hace bastante calor, supongo que como respuesta al calefactor en mi habitación, y me encuentro tirando de los extremos de mis vaqueros y doblándolos como si fueran unos pantalones pesqueros. Mi jersey ya está lejos y el calor me calienta la piel. Siento una presencia a mi lado antes de oírla.
- Hola.- se me forma una gran sonrisa como respuesta al tono musical de su saludo.
- Hacía mucho que no pensaba en este lugar.- murmuro, admirada, extendiendo mis blancos antebrazos al sol. Eddie me imita, sonriendo con sorna ante el contraste de mi piel nívea con su perenne bronceado tropical.
- Apuesto a que lo has echado de menos.
- No sabes cuánto.- Se me escapa una carcajada.- Vale, tú no sabes lo que es eso, pero recuerda que donde yo vivo hace frío a veces. Además, puedo oír la lluvia...
- Quédate un rato en mi islita-tostadora.
Una blanca sonrisa se extiende por su cara morena y una imagen acude a mi mente, la de un sol asomándose entre un manto gris de nubes de tormenta, llenando de color el mundo. Ahora recuerdo por qué convertí a Eddie en mi sol particular, siempre despejando la pena y la duda con su optimismo natural.
- Eso no depende de mí, al fin y al cabo, esto es solo un sueño.
-"Claro que está ocurriendo solo en tu cabeza, pero, ¿por qué iba a significar eso que no es real?"
Mi mejor amigo cita a Albus Dumbledore con una ancha sonrisa de nuevo un poco burlona. Pongo los ojos en blanco, está claro que he estado leyendo demasiado.
- Vale, vale, touché. - suspiro, aunque me estoy divirtiendo.- Creo que debería irme.
- Pero han pasado solo unos minutos, fresita.
- Quizá para ti, que solo eres un sueño.- meneo la cabeza.-, pero mi despertador está sonando y yo me estoy despertando.
Mientras hablo, me pongo en pie y me sacudo la arena de los pantalones. No estoy segura de a dónde debo ir, así que vacilo. Me gusta este lugar cálido y luminoso, y eso es impropio de mí, que siempre me he sentido más cómoda en la lluvia, las sombras y el frío.
Mi sol esboza otra relampagueante sonrisa, otro luminoso amanecer, y yo me siento de pronto agradecida de que nuestra relación haya derivado en esta amistad simple, segura, sencilla y natural como una respiración. Me sorprende pensar y citar a Bella Swan mientras duermo, teniendo en cuenta lo poco que simpatizo con el personaje.
- Puedes volver siempre que quieras, fresita.- me aseguró.
Responderle exige un esfuerzo de concentración tremendo. El estridente pitido se cuela en la escena y me siento arrancada de mi inconsciencia...
- Gracias.- mi voz suena ahora real, pastosa, contra la oscuridad caliente de mi dormitorio. El despertador ahoga el zumbido monocorde de mi gruñido de protesta, solo quiero seguir durmiendo.
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