Mis padres me seguirían queriendo igual si fuera lesbiana, bisexual, pansexual o transgénero.
Mis padres me querrían todavía si fuera comunista, fascista, buddhista o del Opus Dei. Incluso si tuviera tres ojos y me tiñera el cabello de verde...; Aunque no estuvieran de acuerdo conmigo. Aunque no compartiéramos gustos, opiniones, música o aficiones.
Porque para eso están los padres. Los padres no deben juzgar, sino cuidar y proteger a sus hijos, incluso de sus propias decisiones, en algunas ocasiones. Procurar que no sufran, y cuidarlos cuando se equivoquen y se arrepientan. Al fin y al cabo, vosotros, padres, también fuisteis hijos de alguien. También tuvisteis una juventud, y sabéis cómo es querer desafiarlo todo y a todos, y encontraros a vosotros mismos.
No he venido a decirle a nadie cómo tiene que educar a sus hijos, porque al fin y al cabo, yo no sé lo que se siente; sólo que no debe ser fácil. Solo os pido, como hija, como compañera y amiga de vuestros hijos, que los cuidéis. No les castiguéis por sus decisiones, por sus gustos o sus parejas. No fustiguéis sus ideas para amoldarlas a las vuestras. Respetad lo que escojan y cómo sean, ya sea perpetuo o pasajero. Su orientación sexual, su ropa, sus tintes raros, su música, su inclinación política.
Porque si no, seguiréis perpetuando un comportamiento de represión, auto-odio y miedo. Si no, jamás permitiremos que nuestra sociedad sea verdaderamente libre.
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