¿Conocéis "la luz es como el agua"? Es uno de los doce cuentos peregrinos de Gabri.
Estaba pensando en él mientras nadaba. Me gusta el agua, siempre me ha atraído, es mi elemento. El agua, tan pura, cristalina, hermosa. Refleja todo lo demás sin mácula. Tan escasa, tan necesaria, tan deseada. Parte de las cosas, del mundo, de nosotros.
Estaba quieta, sintiendo cómo el sol destelleaba por encima de mi cabeza, rechazado por la superficie ondulante y límpida del agua fresca y dulce, azul. Tan quieta, que parecía estar flotando, sintiendo sólo la débil línea que separaba el aire del agua.
El agua, tan densa. Protegiéndome, envolviéndome. Flotar es lo más cercano a volar. Me hundo y me muevo despacio, empujando a la masa con mis músculos, con mi piel. En "Memorias de una geisha", Mameha dice que el agua no soporta la lentitud, pero yo creo que eso no es del todo cierto. Creo que el agua es potente y constante, vengativa y dulce, y muchas otras cosas al mismo tiempo. El agua puede ser ligera como el aire, como lo es ahora, moviéndose en torno a mi cuerpo, arrastrándolo con su dulce empujón. Y luego me alejo, y se queda formando surcos y gotas por mi piel, haciéndola brillar, suave y pálida, recorriéndola como un dulce y frío beso. Entonces, el aire toca el agua y se me eriza el vello del cuerpo como si tuviera frío, pero no lo tengo, porque estoy siendo abrazada por el agua.
Si pudiera entrar en el agua y respirar, si pudiera vivir del agua y de su oxígeno, como un pez, me hundiría. Pensaréis que me quedaría azul y gorda, hinchada de agua, arrugada, blanda; pero eso nunca puede ser así, porque estaría en mi elemento, y el agua es como el aire.
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