No soy una persona vengativa, y quienes me conocen lo saben. Por eso acudí cuando Zowel me llamó desde otra mesa de la terraza del bar, a pesar de algunas de las personas que la acompañaban. Aunque no negaré que había tratado de pasar desapercibida cuando me senté con mis amigas y pedí una cerveza. Vi su mano rechoncha y pálida en la distancia y suspiré.
-Perdonadme un momento.- musité a mis amigos.
Me solté la trenza y los rizos me cayeron alrededor del rostro. Agradecí mentalmente haberme maquillado mientras me levantaba, tratando de no tropezar con mi falda larga, y me acercaba a la ristra de mesas unidas
Zowel es una de esas chicas que despiertan el odio y la envidia de las mujeres allá donde van, y la admiración y las babas de los hombres. Bajita, larga melena teñida de un naranja apagado, acento extranjero y sensual, cuerpo blanco, blando, curvado y perfecto, ojos verdes y boca de infarto. Toda esa voluptuosidad acompañada de un cerebro despierto, brillante, artístico y una lengua viperina y mordaz.
Pero su rostro de facciones delicadas perdió su aire irónico y sonrió abiertamente, de forma cálida, mientras se levantaba para abrazarme.
Sin muchos preámbulos, nos lanzamos a una conversación acelerada de impresiones, personajes, intenciones, patrones, liricismo, citas, páginas, comparaciones, libros, libros, libros y más libros. Cesamos nuestro intercambio para no ser descorteses, bajo promesas de vernos y discutir de nuevo, y prestarnos más libros, con ganas de más. Pensé en lo grato que es encontrar a alguien con una pasión en común que sepa comentar un buen libro.
- Y este es Guaio. Se acaba de leer la Metamorphosis, encontré tu exposición el otro día y se la enseñé.
Estoy tratando de recordar cómo me sentía cuando me giré hacia él con mi sonrisa falsa por excelencia. Estaba nerviosa. Sé que me alegré de lo bueno que había sido mi trabajo sobre Ovidio, ¿o no? Me sentí inmediatamente más segura, más inteligente. ¿Me recordaba? Su media sonrisa decía que sí, y a mí se me cayó el alma pensándolo. No quería que tuviera a la vieja versión de mí en la cabeza. No quería a la chica gordita, triste y acomplejada de hace años. Escribiendo y repensando esta escena, intento encontrar algún resentimiento en mis recuerdos hacia él, alguna pena o rabia ante las cosas que me hizo y me dijo, pero solo encuentro la vergüenza de unos viejos sentimientos no correspondidos; me encuentro ante el vago deseo de que ahora piense en mí como en la persona en la que me he convertido, y que no vuelva a hacerme sentir inferior nunca más.
Un poco más tarde, me senté con ellos y Guaio y yo estuvimos intercambiando impresiones sobre otras obras y movimientos, y sobre series, y cine, y arte, y luego nos pasamos a la historia, y el tiempo voló. Voló, y más tarde me pidió que le acompañara, que le diera mi móvil y que saliéramos más veces. Con una risa encantadora, me negué y le dije que yo no sentía lo mismo por él, citando casi exactamente las palabras que me había dicho cuatro años atrás cuando me rechazó.
Y por fin siento que he dado carpetazo a esos recuerdos, de forma cínica y bastante satisfactoria.
sábado, 30 de julio de 2016
miércoles, 27 de julio de 2016
Stay strong, my friend.
Una conversación de hoy ha sacado a relucir una pieza más de mi vida que debería estar sepultada entre recuerdos banales. No sentía aprensión ni miedo mientras le hablaba de ello, ahora parece una historia vivida por otra persona, en otro mundo, hace muchos, muchos años.
Ahora cierro los ojos y revivo aquellas imágenes difusas como si estuviera recordando escenas de una película. Puedo recordarme abriendo los ojos en el salón de mi casa, sin saber por qué estoy ahí. Debería estar en el colegio, no hace mucho que lo estaba. Hay algo oprimiendo mi brazo izquierdo levemente y abro los ojos para contemplar a mi madre, arrodillada, tomándome la tensión. Mis párpados pesaban como plomo y ahora lamento no haberme llevado recuerdos más precisos de cómo era cuando mi madre podía caminar, con sus pasitos cortos y rápidos, siempre inclinada hacia delante.
Mi madre dijo que tenía la tensión muy baja y me preguntó si había desayunado ese día. Yo gruñí, evitando la pregunta. No, no había desayunado, y tampoco cené la noche anterior, y dejé la mitad del almuerzo del día previo a ese; pero eso no era lo que yo había dicho y nadie tenía por qué saber la verdad.
Alcé mi brazo de hormigón con un esfuerzo sobrehumano y l observé al trasluz, maravillándome de lo delgada que estaba mi muñeca y lo largos y finos que lucían mis dedos. Sé que en ese momento me sentí así, fascinada de la naturaleza de mis huesos sobresaliendo, pero ahora recuerdo ese momento de mi vida como una nebulosa de desmayos, hipoglucemias y bajadas de tensión, una sombra de días rápidos, sin fuerza, sin mella.
Recuerdo que, aquellos días, solo quería dormir, dormir para siempre. Ahora eso ya ha pasado, pero no puedo evitar un escalofrío de ¿ansiedad? ¿miedo? cuando la gente habla tan a la ligera de ciertos temas, cuando la gente no se toma en serio el valor de sus vidas y sus cuerpos.
Ahora cierro los ojos y revivo aquellas imágenes difusas como si estuviera recordando escenas de una película. Puedo recordarme abriendo los ojos en el salón de mi casa, sin saber por qué estoy ahí. Debería estar en el colegio, no hace mucho que lo estaba. Hay algo oprimiendo mi brazo izquierdo levemente y abro los ojos para contemplar a mi madre, arrodillada, tomándome la tensión. Mis párpados pesaban como plomo y ahora lamento no haberme llevado recuerdos más precisos de cómo era cuando mi madre podía caminar, con sus pasitos cortos y rápidos, siempre inclinada hacia delante.
Mi madre dijo que tenía la tensión muy baja y me preguntó si había desayunado ese día. Yo gruñí, evitando la pregunta. No, no había desayunado, y tampoco cené la noche anterior, y dejé la mitad del almuerzo del día previo a ese; pero eso no era lo que yo había dicho y nadie tenía por qué saber la verdad.
Alcé mi brazo de hormigón con un esfuerzo sobrehumano y l observé al trasluz, maravillándome de lo delgada que estaba mi muñeca y lo largos y finos que lucían mis dedos. Sé que en ese momento me sentí así, fascinada de la naturaleza de mis huesos sobresaliendo, pero ahora recuerdo ese momento de mi vida como una nebulosa de desmayos, hipoglucemias y bajadas de tensión, una sombra de días rápidos, sin fuerza, sin mella.
Recuerdo que, aquellos días, solo quería dormir, dormir para siempre. Ahora eso ya ha pasado, pero no puedo evitar un escalofrío de ¿ansiedad? ¿miedo? cuando la gente habla tan a la ligera de ciertos temas, cuando la gente no se toma en serio el valor de sus vidas y sus cuerpos.
martes, 26 de julio de 2016
Vida interminable.
"Hay toda clase de historias. Algunas nacen al ser contadas, su sustancia es el lenguaje y antes de que alguien las ponga en palabras son apenas una emoción, un capricho de la mente, una imagen o una intangible reminiscencia. Otras vienen completas, como manzanas, y pueden repetirse hasta el infinito sin riesgo de alterar su sentido. Existen unas tomadas de la realidad y procesadas por la inspiración, mientras que otras nacen de un instante de inspiración y se convierten en realidad al ser contadas. Y hay historias secretas que permanecen ocultas en las sombras de la memoria, son como organismos vivos, les salen raíces, tentáculos, se llenan de adherencias y con el tiempo se convierten en materia de pesadillas. A veces para exorcizar los demonios de un recuerdo es necesario contarlo como un cuento."
Isabel Allende.
Isabel Allende.
Sleep time
El recuerdo mil veces manoseado de esa insinuación repentina y tardía reavivó un fuego que ya creía apagado y, sin planearlo, me quedé dormida fantaseando con el movimiento de su cadera contra la mía, flexible y elástica, sintiendo cada músculo de su cuerpo, su pierna entre las mías, sus manos suaves y su rostro distractor, concentrado, rezumando seguridad y sensualidad. El sueño continuó lo que mi fantasía nocturna había empezado y me encontré dibujándonos en escenarios conocidos y por conocer a lo largo de la noche, mi cabeza recreando la ardorosa pasión de mis recuerdos reales con su rostro y sus manos. Me desperté como si de una siesta se tratara, culpable y anhelante.
domingo, 24 de julio de 2016
Nutshell.
Solo recuerdo negrura. Negura, y angustia, miedo, anticipación. Vagamente, en algún rincón de mi cabeza, sé que estoy soñando, pero no puedo hacer nada al respecto..., salvo esperar.
De pronto, un alarido espantoso se abre paso en el aire denso y caliente hasta mí. Es familiar, dolorosamente familiar. Un chirrido ronco, sin aire, un gimoteo cascado y grave...
- ¡Mamá! -vocifero, girando sin parar en esa habitación negra sin límites ni contornos.
Otro grito de dolor, terminado en un sollozo. Escucho gemidos y súplicas balbuceadas, y quiero correr en cualquier dirección, moverme hacia la voz que suena tan cerca.
Ahora, alguien me está agarrando desde atrás. ¡No me toque! pienso, o chillo, pero tira de mis brazos hacia mi espalda y bisisea, chista, trata de hacerme callar. Respiro bocanadas desesperadas del aire húmedo de alrededor. Yo grito, mamá grita. No puedo ayudarla, jamás podré ayudarla.
Abro los ojos con una sacudida, sintiéndome como si acabara de correr un maratón; la habitación cargada, oscura y pesada como en mi sueño. Me quito la camiseta con la que duermo para eliminar la fría humedad de mi sudor, pero está en las sábanas, en la colcha, en todas partes; y me incorporo, agarrotada y enfadada, abrazando mis piernas desnudas.
Me pregunto si estas pesadillas acabarán algún día.
De pronto, un alarido espantoso se abre paso en el aire denso y caliente hasta mí. Es familiar, dolorosamente familiar. Un chirrido ronco, sin aire, un gimoteo cascado y grave...
- ¡Mamá! -vocifero, girando sin parar en esa habitación negra sin límites ni contornos.
Otro grito de dolor, terminado en un sollozo. Escucho gemidos y súplicas balbuceadas, y quiero correr en cualquier dirección, moverme hacia la voz que suena tan cerca.
Ahora, alguien me está agarrando desde atrás. ¡No me toque! pienso, o chillo, pero tira de mis brazos hacia mi espalda y bisisea, chista, trata de hacerme callar. Respiro bocanadas desesperadas del aire húmedo de alrededor. Yo grito, mamá grita. No puedo ayudarla, jamás podré ayudarla.
Abro los ojos con una sacudida, sintiéndome como si acabara de correr un maratón; la habitación cargada, oscura y pesada como en mi sueño. Me quito la camiseta con la que duermo para eliminar la fría humedad de mi sudor, pero está en las sábanas, en la colcha, en todas partes; y me incorporo, agarrotada y enfadada, abrazando mis piernas desnudas.
Me pregunto si estas pesadillas acabarán algún día.
viernes, 22 de julio de 2016
Inseguridades II.
- Eres perfecta y me encantas.
Estira la mano. No. No me toques, por favor. Sé lo que vas a hacer, lo has hecho cientos de veces, pero no puedo. Observo cómo pellizca suavemente mi vientre, mi asquerosa y sucia barriga de gorda. ¿Cómo puedes acariciar y besar eso? Es asqueroso. Yo soy asquerosa.
Pero... ¿no importa?
Estira la mano. No. No me toques, por favor. Sé lo que vas a hacer, lo has hecho cientos de veces, pero no puedo. Observo cómo pellizca suavemente mi vientre, mi asquerosa y sucia barriga de gorda. ¿Cómo puedes acariciar y besar eso? Es asqueroso. Yo soy asquerosa.
Pero... ¿no importa?
Whatever tomorrow brings.
Me voy de retiro espiritual, otra vez. Galicia, mi bella Galicia...
La última vez fue hace tres años, y me fui con el corazón hecho un lío y setenta amigos. En esas largas caminatas de verdor y silencio pude encontrar la paz de necesitaba para deshacer todos los nudos de mi alma.
Y ahora, allá voy de nuevo. Esta vez, solo cuatro personas me acompañan, y por eso mismo espero que mi peregrinaje sea más íntimo y especial. Tengo la sensación de que he pensado y aprendido mucho en muy poco tiempo y es momento de asentar las ideas y devolverle la calma a mi mente y la alegría a mi espíritu. Poner las cosas en perspectiva, si lo preferís.
Son cuatro personas únicas, y sé que me voy a divertir. Tendremos ocasión de hablar y jugar mucho, pero también espero el silencio del camino, la visión de los valles y colinas con su eterno verdegal lozano, el olor a humedad y el aire fresco que me libren de la opresión del verano.
No va a ser fácil, y no tengo la intención de que lo sea. Me gusta esforzarme. Mi padre dice a menudo que el que algo quiere, algo le cuesta, y yo lo he adoptado como una filosofía vital. Es una forma de apreciarse a uno mismo por el esfuerzo y la dedicación, y valorar mucho más los frutos del propio trabajo.
No va a ser fácil, pero a mí no me gusta fácil.
La última vez fue hace tres años, y me fui con el corazón hecho un lío y setenta amigos. En esas largas caminatas de verdor y silencio pude encontrar la paz de necesitaba para deshacer todos los nudos de mi alma.
Y ahora, allá voy de nuevo. Esta vez, solo cuatro personas me acompañan, y por eso mismo espero que mi peregrinaje sea más íntimo y especial. Tengo la sensación de que he pensado y aprendido mucho en muy poco tiempo y es momento de asentar las ideas y devolverle la calma a mi mente y la alegría a mi espíritu. Poner las cosas en perspectiva, si lo preferís.
Son cuatro personas únicas, y sé que me voy a divertir. Tendremos ocasión de hablar y jugar mucho, pero también espero el silencio del camino, la visión de los valles y colinas con su eterno verdegal lozano, el olor a humedad y el aire fresco que me libren de la opresión del verano.
No va a ser fácil, y no tengo la intención de que lo sea. Me gusta esforzarme. Mi padre dice a menudo que el que algo quiere, algo le cuesta, y yo lo he adoptado como una filosofía vital. Es una forma de apreciarse a uno mismo por el esfuerzo y la dedicación, y valorar mucho más los frutos del propio trabajo.
No va a ser fácil, pero a mí no me gusta fácil.
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