A punto estaba de relajar el ritmo hasta un paso de marcha rápida cuando, enfilando una calle, una de esas canciones perfectas para el momento perfecto me golpeó los tímpanos de pronto y, sin darme cuenta, aceleré de nuevo. El dolor en mis pulmones y mis piernas se convirtió en ardor y potencial concentrado y me llené de un subidón tremendo de endorfinas... O adrenalina, no sé. En ese momento, con el viento en la cara y el día muriendo a mis espaldas, me pareció una sensación muy adictiva.
Terminé corriendo en un sprint brutal todo lo rápido que me permitieron las piernas, dejando atrás un montón de días de inseguridades, mi autopercepción física y emocional de mierda, las dudas, la añoranza y la pena por Helio, la sensación de culpabilidad constante, la necesidad de martirizar y castigar mi cuerpo en un vértice de hambre, la soledad, el aburrimiento, el insomnio y la desgana. Todo, todo, se me olvidó por un momento y solamente quedó "Go", de Maduk, tan fuerte como fuera posible en mis oídos, y la libertad, la euforia, la satisfacción.
Sentí que, por fin, había perdonado a una parte de mí. Ya es un paso
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