jueves, 21 de marzo de 2019

Voices.

Si hubo un antes, eso quiere decir que este es el después. Pensé que conseguir mis metas me haría más independiente y me daría seguridad, pero en este nuevo tiempo aún existe esa vocecita cruel que hace acto de presencia cuando estoy en mis peores momentos. No solo se mete con mi cuerpo, que cada vez me inspira menos asco y más vergüenza, sino que dice que soy mala en mi trabajo y un estorbo para mis compañeros. Que he dejado de lado mi educación, que soy una vaga que se cansa por nada. Que no sé gestionar la frustración. Que todo lo hago mal y solamente sé quejarme, sin solucionar nada. Que si sigo demostrando mi aburrimiento y mi hastío, no voy a conseguir otra cosa que la gente se canse de mi actitud de mierda y se aleje de mí. No soy constante. No voy al gimnasio. No hago nada en casa y no paro de perder el tiempo. Soy un pimiento mustio y para nada deseada ni deseable. 
Esa perorata que llevo por dentro me consume a veces, me impide disfrutar de las cosas, y se suceden los días rapidísimo y muy despacio a la vez. Y mientras, yo: insomnio, hambre, mareos, temblores y una pena tan grande que no me cabe en el pecho.
Pero estoy bien. O sé que lo estaré, porque eventualmente... esa vocecita se va.

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