Ex nihilo nihil fit.
Decía Parménides que la nada deviene de la nada. La mayoría de quienes han teorizado sobre estas palabras lo enfocaron al origen del universo, que por fuerza tuvo que tener un comienzo, y antes de él, nada, ya que el universo es, por definición, todo lo que existe. Y a partir de ahí podríamos ponernos a buscar un detonante, lo cual es la excusa perfecta para crear a Dios.
Recuerdo que traduje estas palabras hace no mucho. Vi a esa chica en el metro con aspecto de literata bohemia digna de un dramón americano universitario leyendo en latín, y de pronto estas palabras se me vinieron a la cabeza. Ex nihilo nihil fit. Todas esas personas inteligentísimas buscando el origen de todo lo que hay, buscando a ese Dios mentiroso y arbitrario que no quieren ver... y la nada, la pobre nada tan infravalorada.
La nada no puede ser nada. La nada ya es algo, aunque sean cuatro tristes combinaciones de letras que han perdido todo su acento prosódico. Nada también es un sentimiento. Estoy sintiendo nada, vacío, esa planicie aburrida como el azul deslavado de un cielo de verano. ¿Y si la nada dejó de existir para que hubiera algo mayor? ¿y si fue esa ignorada e insulsa nada la que creó todo lo que existe?
¿Y si la nada, al morir, se creara a sí misma?
Pero no, son solo conceptos, palabras, aburridas teorías que ya no interesan a nadie.
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