Me incorporo y aparto las sábanas sudadas con un movimiento airado. Sigo pensando en ese sueño -esa pesadilla- cuyos encuadres parecían más un flashback de Pretty Litte Liars que la típica sucesión de escenas inconexas que recuerdo al despertar. La ventana sigue abierta, pero ese aire no es suficiente, así que levanto la mosquitera y me subo al alféizar buscando el fresco de la madrugada, recordando esas conversaciones nocturnas, recordando los cuentos para dormir. Se me ha escapado una sonrisa, y juraría que a pesar de todo aquel sufrimiento, creo que a veces le echo de menos.
Recuerdo esas palabras, que solían significar mucho para mí, y que cambian de manos y de rostro una y otra vez. En este momento creo que necesito alguien con quien que signifique eso para mí, poder hablar de todas esas cosas que me importan, que me duelen. Hace mucho tiempo que tengo que luchar para mantenerme fuera de este estado de bajón permanente, para mantener esta pena sin nombre a raya; sé que tengo mucha gente a la que le importo y que me escucharía, pero simplemente hay momentos en los que me sale de dentro y otros en los que no. Creo que eso es lo que más me gustaba de él. Siempre conseguía hacerme sentir cómoda, y siempre tenía las mejores palabras.
En una ocasión me preguntó si era suya, y pienso que una parte de mí sí le pertenecía. Suyas eran mis palabras y algunos pensamientos íntimos, profundos, la clase de cosas que tienes que dejar que se lleve el viento al pronunciarlas, pequeños detalles que no me atrevo a poner por escrito.
Una parte de mi alma era suya.
No hay comentarios:
Publicar un comentario