Frío. Calor. Frío. Calor. Por dentro y por fuera, el mundo se está congelando.
Llamas heladas que agitan sus lenguas de fuego, y un hormigueo presionando la sangre hacia arriba, pulsando, removiendo la arena que llevo por dentro, y que está mojada, y pesa y se escurre.
En algún lugar entre todos esos colores aparecen dientes, y caras que conozco y que me miran mal, pies que me persiguen y manos que quieren estrangularme. Y de pronto he abierto los ojos, y la oscuridad de mi habitación es azul y se agita como un mar tormentoso arrastrándome hacia las manos homicidas y las miradas hostiles de mis sueños.
Pero la noche ha pasado y solo quedan sábanas húmedas de mar caprichoso y restos de pesadillas heladas con los ojos abiertos.
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