Hay ciertos tabúes de la vida que todos damos por hecho, pero nuestros instintos de seres humanos a menudo nos empujan a romper esas reglas "tácitas" y a sentirnos culpables por ello. Lo negamos, lo repudiamos, nos repudiamos y muchos -mos más, pero los sentimientos y los pensamientos son los que son y están ahí por algún motivo. O sin motivo, qué coño, la cuestión es que existen y que, por su misma condición de "prohibidos", son ideas tremendamente complicadas de suprimir. Como la primera (y la segunda) vez que me sentí atraída sexualmente hacia otra mujer.
O como esta vez.
Pero yo no soy Aria Montgomery. No necesito un Ezra Fitz, ni miedos, ni excusas, ni justificaciones. No necesito más problemas.
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