sábado, 6 de abril de 2013

Nothing else.

A veces recuerdo cosas como esa.
Aunque no había más que un ligero tonteo entre nosotros, caminábamos por la nocturnidad Sevillana con las manos entrelazadas en el numeroso grupo. No sé qué sucedió para que te mirase de pronto, ni qué me llevó a tomar la decisión de besarle. ¿Serían los días que habrían de transcurrir antes de volver a verle? ¿Lo poco que quedaba de noche, a su lado? ¿Sería la apuesta bromista unas horas antes, en el tren, de hacerme con su corazón?
Me gustaba más de lo que era conveniente.
No recuerdo qué pensaba exactamente.
-Oh, qué demonios-exclamé en voz alta, deteniéndome.
Y aprovechando que se había vuelto para mirarme, inquisitivo, me puse de puntillas y me aferré ligeramente a su nuca, rozando solo ligeramente sus labios con los míos. Pero él no se detuvo ahí, me envolvió con los brazos y profundizó el beso, estrechándome. Sus labios sabían a Monster Ripper. Los míos, a menta.
El resto de los chicos lanzaron exclamaciones ahogadas. ¡Al fin! pensarían muchos de ellos. Supongo que se giraron, preguntándose por qué nos habíamos detenido.
En el río, ignoramos las miradas inquisitivas, sorprendidas y enfadadas. Sentados junto al fuego, tocando la guitarra y riendo, no nos importó nada más.

Unas semanas más tarde, nos volvimos a ver. Esperé silenciosa en el bosque vacío a que apareciese para guardar sus armas de Alsoft. Respondió a mi animado saludo con un beso en la frente, y nada más.
Y nada más.

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