Hay tantas cosas que están cambiando y transformándose que a veces me da dolor de cabeza. Tengo ganas de cambio y de futuro, porque he echado la vista atrás y, ¡puñetas! me he dado cuenta de que ha sido el año más veloz de mi vida. Con sus más y sus menos, pero qué se le va a hacer.
¿Cosas malas? A casco porro. Me corté el pelo, mi madre estuvo ingresada un montón de tiempo, casi suspendo matemáticas, mi hermano ha dejado de hablarme durante dos meses, me peleé con mis amigas tropecientas veces, me sentí sola, amargada, fea, gorda, y acabé la relación más larga y bonita que he tenido nunca. Pero supongo que tampoco ha sido tan mal año. He conocido a personas geniales, me he reído mucho, he hecho el idiota sin tener vergüenza, he salido todos los días que he podido escatimar y he hallado cierto equilibrio conmigo misma. He aprendido a amar un poquito mi cuerpo, y sobre cualquier cosa, mi mente. Y a no menospreciar mis habilidades, ¡Puedo hacer todo lo que me proponga! Y no necesito a nadie que me diga eso, porque las personas importantes creen en mí. Y también sé que absolutamente nadie es imprescindible. Ni mis amigas, ni mi pareja..., bueno, sí, mi hermano sí. Ahora solo necesito que se de cuenta de que el amor de un hermano debe prevalecer sobre su orgullo.
Esta semana ha sido la más vertiginosa. ¡Ojalá pudiera volver a los mejores momentos de esta Feria de 2013! Nunca pensé que yo podría tener esta clase de sentimientos por algo que antes apreciaba tan poco, ¿ah? Podría hacer un repaso de lo malo, como cuando mis amigas se aburrieron y me dejaron tirada, como el aburrimiento de tanto cacharreo, el calor asfixiante y vete tú a saber, pero prefiero detenerme en las cosas bonitas. Prefiero pensar en los farolillos contra el cielo, despistándome con su luminosidad. Y en bailar una y otra vez las sevillanas, aprenderme su letra y su ritmo, girar sin importar el calor del traje, el dolor de pies, el mareo, las agujetas de los brazos. Chapurrear una rumba para reírme con mis amigas y amigos. Bailar con todos mis amigos y mis compañeros.
Especialmente cuando él apareció corriendo, con su traje gris y sus ojos azules. Me cogió por la muñeca y me arrastró al centro del albero, sin dejarme soltar el abanico, el bolso o el vaso de rebujito. Suerte que Ana estaba allí y me salvó.
Y luego comenzamos a bailar. Fue totalmente distinto a estar en clase. Yo no llevaba chándal, sino una falta corta de volantes y una camiseta bastante transparente con un escote precioso, además de unas altísimas cuñas azules. Los dos un poco borrachos bailamos más cerca de lo normal, con los ojos fijos en los del otro. Ay, fue increíble. <<¿No te pones colorada como en clase?>> Me preguntó. Yo no quería sonar arrogante, idiota o falsa, y menos aún dejar traslucir algo que no querría que se supiera. Así que jugué bien mis cartas: <<En clase bailábamos más cerca>>. Funcionó, y un instante después tenía sus ojos a medio centímetro de los míos.
Claro que cuando al fin se separó de mi cuerpo y me soltó, temblaba como un flan, y mi rubor llameaba al rojo vivo como si me hubiera quemado la cara bajo la influencia del poderoso sol.
O el clavel que me regalaron. Bailar con Luis y su sonrisa bonita. Y con todos mis compañeros y amigos: Julián, Paco, Nico, Dani, Javi, Tomás, Alberto, con Ana, Anita, Elena, Carmen, Naya, Susana, Mei... Sin preocuparme de horarios, disfrutando la música, las letras, las luces, contagiada del ambiente de la feria de Sevilla. Creo que este año ha sido especial porque no me sentía fuera de lugar, como una extranjera fuera de su país. Durante una semana he sido una Sevillana más, con sus ganas de feria, de fiesta, de baile, de rebujito, de farolillos...
Voy a echarla de menos. ¡Parece mentira que queda un año para la siguiente! Pero para entonces yo tendré casi diecisiete años, seré más mayor, más adulta, y espero también que más guapa.
Pero ahora, ¡Proyectos de futuro! Pasado mañana me voy al camino de Santiago, y de pronto me he sentido tan nerviosa que mi estómago tiembla si lo pienso demasiado. Y más viento las botas, las tiritas, la mochila...Oh my god. Creo que me va a venir muy bien para pensar en mis cosas y estar lejos de todo cuanto conozco. Aprenderé a esforzarme bien duro para alcanzar una meta. Estaré fuera de la influencia de la música o el internet. Supongo que me llevaré un cuaderno y dejaré que la inspiración que hace tanto tiempo no me obsequia con su presencia haga mella en unas cuantas páginas en blanco. Y algún libro por ahí escondido, eso estará bien, aunque no creo que tenga mucho tiempo libre precisamente. ¡Estoy tan nerviosa!
También me pregunto si mi hermano me echará de menos, acostumbrado a tenerme para lo que quiera. Sigue en sus trece, y yo no me voy a disculpar, aunque cada vez que pienso en todo esto (como ahora mismo) se me llenan los ojos de lágrimas. No estoy viendo las teclas ahora, siquiera...
Me pregunto si me recibirá con un "hola" después de nueve días lejos de mí. Me pregunto si me abrazará. Si se le habrá olvidado. Ilusa de mí, como si él pudiera olvidarse de algo alguna vez.
Pero yo ya no soy una niña y hay ciertas cosas que tienen que cambiar un poco, tengo que ser fuerte, aprender a vivir sin él y esas cosas que hace la gente "mayor". Curiosamente, ahora solo me siento como una niña, y bastante confundida. Nerviosa. Capaz. Temerosa. Perdida. Cansada. Ansiosa. Ahora mismo lo siento todo, y creo que eso está bien.
Tampoco para nada, porque cuando me siento triste, Eddie siempre está ahí para mimarme, aunque él no se de cuenta del todo. Me alegra los días... y más que eso. Desde hace casi nueve meses, me alegra la vida entera...
Solo espero aclarar un poquito mis sentimientos y dejar que pase el tiempo. Hacer de este un verano que hasta yo pueda disfrutar de verdad. Apuntarme a la escuela de Idiomas cuando empiece septiembre, y a ese concurso de jóvenes escritores de La Casa de la Juventud. Cursar bachillerato en un centro nuevo y distinto, hacer nuevos amigos y esas cosas de gente normal. Luego vendrán los diecisiete, me sacaré el carné, haré mi selectividad, et voilà! Podré comenzar a cursar mi Grado en Estudios de Asia Oriental.
Pero, ¿cuántas cosas tienen que pasar antes de eso? ¡Uff!
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