miércoles, 26 de agosto de 2020

Centimeters.

Como un chispazo repentino, siento de nuevo esa corriente eléctrica que vive entre mi pecho y mi vientre y es una mezcla de nervios, amor y deseo. A pesar de todas las dudas, las preguntas, las incertidumbres y los miedos que reptan por mi columna hasta la base de mi cráneo, donde se asientan, creando infatigables cefaleas. El roce de sus dedos en mi rostro, y ya se ha ido todo.
Me cosquillea la piel ahí donde él me toca; donde no, mis poros suplican por su tacto. Me besa de esa forma que es solo suya, despacio pero con hambre, mordiendo, lamiendo, tanteando mis respuestas con toda su boca. Juro que me cuesta respirar y, a la vez, todo lo que quiero es saturarme de su olor hasta que pueda saborearlo en mi paladar, en mi garganta.
¿Qué te pasa? Ronronea, sonriendo como un bendito, sabiendo lo que me hace. Sabiendo que el corazón me salta dentro del pecho, que las mariposas me han dejado las tripas hechas un gurruño de tanto revolotear, que solo puedo pensar en lo suaves que son sus labios cuando se unen, formando burbujas de aire en forma de palabras de amor. Algo parecido a la lujuria palpita al sur de mi cintura, y algo más cálido y difícil de definir late, espoleado, en mi pecho.
¿Qué me pasa? Me repite, y a mí se me escapa un gemido que condensa mis ganas de tragarme cada centímetro que haya entre nosotros el resto de nuestras vidas.

lunes, 17 de agosto de 2020

heating up

Hay ciertas cosas, ciertas sensaciones, que se viven pocas veces en la vida y se recrean con frecuencia. Dejan huella en el alma y ya no se pueden olvidar; como una estocada suave y titubeante, abriendo mi carne lentamente a nuevas sensaciones, y de pronto su voz derritiéndose en mi oreja como caramelo fundido, susurrando «te siento...».
Por todas partes, su olor, su calor.

miércoles, 29 de julio de 2020

El lado bueno de las cosas

Ahora que mi compañera, amiga y mentora se marcha del trabajo y se acercan días complicados, no puedo evitar pensar que, incluso en ese mundillo tan desagradable, pasan cosas buenas a mi alrededor a diario. Y, aunque me encanta el teletrabajo por lo cómodo, echo y echaré de menos muchas cosas de trabajar en plataforma, rodeada de criaturas de cuya inteligencia limitada me quejo constantemente pero a las que aprecio a pesar de todo.
Ojalá hubiera sabido en marzo que todo cambiaría, que ella y yo ya no íbamos a volver a trabajar codo con codo nunca más. Que ya no habría más pausas conjuntas para compartir un té, ir a picar a la sala de espera los días de "traer comida" o bajar a desayunar carne mechada al bar de abajo.
Ahora, ese sitio ha cerrado.
Es sorprendente lo rápido que cambian las cosas. Entonces, por ejemplo, Xinxin no era padre y no sabía que estaba a punto de serlo a los 24 años. Helio y yo todavía pasábamos hablando cada minuto de nuestro tiempo libre, contándonos con detalle todos los aspectos de nuestras vidas. Me pregunto constantemente qué habría pasado con nosotros en una realidad paralela, como siento que tampoco supe apreciar nuestros últimos días juntos en enero, cuando Alberto fue nuestro coordinador y nos la sopló lo que pensara de nosotros mientras pudiéramos trabajar casi en el mismo puesto, jugueteando con las manos del otro; con un suspiro enganchado en la garganta por todo lo que podríamos ser pero se nos escapa de entre los dedos.

En ese momento, todavía observaba a Geo levantarse a través de las pantallas azules y venir a darme un masaje en los hombros, bajo la desaprobadora mirada de la jefa. Solía quejarse de lo huesuda que era. Todavía podíamos tocarnos, qué cosas, y todavía podía no usar mascarilla y pintarme los labios de color morcilla. Ahora, Geo no está.
Todavía charlaba con Nikolai por las mañanas, y rodaba por media plataforma para sentarme al lado de Alejandro Sanz cinco minutitos para ssludarle por las mañanas, a ese señor cuyo nombre todo el mundo dice siempre completo por algún motivo, y me ponía colorada cuando Diego nos soltaba sus puyitas... Para luego acostarse con la hija de 19 años de una subordinada, tiene mandanga.
Marta, Cristina, Espe, Caio, Rocío, Antu...

Quizá, después de todo, el error es mío. Por no saber valorar el aquí y el ahora. Por todas esas cosas, todas esas personas que siempre estoy echando de menos.

martes, 7 de julio de 2020

Moments

Está siendo una noche difícil, aunque nada fuera de lo normal.
Mi jefa está de mal humor. Los clientes me insultan, se enfadan, están hastiados y, aunque lo entiendo, absorbe y quema. Son emociones que han impregnado mi día a día durante mucho tiempo y ahora, que me siento mejor con la vida en general y conmigo en particular, escuecen más que nunca.
Mi productividad no es todo lo buena que podría, para más inri. Llevo horas sin despegarme de de la silla y aún así solo estoy tragando problemas, malas tramitaciones y mierda. Qué lío. Encima el abatimiento de las cinco se cierne sobre mí, me escuecen los ojos y... Bueno, supongo que la melatonina hace su trabajo.
La noche es inusualmente húmeda, no se mueve ni una brizna de aire para dar alivio a esta densa quietud. Una manta de nubes grises oculta la profundidad ultramar que tanto me gusta del cielo nocturno. Solía contemplarla con... con...
No importa.
Cierro los ojos, y me transporto a mi lugar feliz. Una realidad paralela y alternativa en la que estoy tumbada a su lado en una enorme cama ahora mismo, apenas cubiertos por una fina sábana. Mientras me alza el rostro para besarme, usando el brazo con el que me rodea los hombros y me mantiene unida a su cuerpo, y a mí se me deshacen un montón de emociones bonitas, temblorosas y adolescentes, en las tripas. Me da igual que haga bochorno y que ls noche esté oscura y gris, me da igual todo... Menos su amor.

miércoles, 1 de julio de 2020

Coming home

El sol de poniente, dorado y cegador, calentándome el rostro. El cuerpo cansado de los excesos de un fin de semana perfecto. El ronroneo sedoso de mi coche, conectado a mí a través de los pedales; la carretera, toda mía. Música entre los dos, y su olor deliciosamente dulce impregnando la pequeña cabina del vehículo.
Sentí sus ojos en mí e inmediatamente temí estar yendo demasiado rápido, por lo que levanté instintivamente el pie derecho del pedal. Quise hundirme en su mirada, que adivinaba del color del topacio bruto a la luz del Astro Rey, pero me sentí enrojecer y decidí no arriesgarme a una distracción. 
- ¿Qué? - murmuré, nerviosa
- Eres preciosa, ¿lo sabes?
Se me atragantaron en la garganta un puñado de mariposas y lamenté no haberle mirado a los ojos.

martes, 23 de junio de 2020

Rigor

La muerte, protagonista de tantos poemas, películas, pesadillas, filosofías, preocupaciones. Tan real, tan cercana, y a la vez tan desconocida.

Pensándolo ahora, en retrospectiva, siempre he tenido a la muerte cerca, como una vieja amiga, esperando su turno. Más de una vez he pensado en abrazarla. Más de una vez me he preguntado cómo de cruenta o de pacífica puede ser realmente, trayendo desgracia y alivio por igual, según se mire.

He visto a mucha gente morir, pero casi siempre he sentido pena por los que se quedan. En escenarios dolorosamente familiares para mí, he visto a muchas personas aferrarse a los restos del calor de sus padres, sus tíos, sus abuelos, sus hermanos y, a veces, sus hijos. He escuchado las expresiones más variopintas de la pena humana, la catarsis del final del proceso más agónico que hay. He sentido miedo de mis propias emociones cuando llegara el momento.

Ahora, saludo nuevamente a la Parca, la Segadora de Almas, como algunos la llaman. Ha venido a traer paz y descanso a mi alma, a poner descanso a lo peor de mi persona, a enterrar mis recuerdos en el camino al olvido. Ha llegado el momento de despedir a la figura más controvertida de mi vida, a un hombre del que anhelaba consuelo y amor, un señor cuya aprobación perseguí por algún extraño motivo durante años. La primera de las más grandes decepciones de mi vida. La esencia de la miseria, el abandono, el maltrato, el egoísmo y la bajeza pura.

Cuántas veces soñé con ser yo quien acabase con su vida, en venganza por su mal corazón. Anoche, viendo cómo su su cuerpo se descomponía en hinchada rigidez pre mortem y úlceras como mis puños de grandes, bajo su atenta mirada consciente y despierta, me pareció que me reconocía. Observé tranquilamente cómo se pudría en vida, agonizando, y me asustó rebuscar en mi interior para no encontrar absolutamente nada bueno.

Con él, muere también lo peor de mí.
Al fin.

martes, 9 de junio de 2020

Expectations

Qué ganas de tener mi propio espacio, donde levantarme un domingo por la mañana y ponerme a pintar. Donde cualquier sitio y cualquier hora son ideales para ponerse a leer un libro, barnizar una estantería o aprender a coser.
Qué ganas tengo de poder llenar mi propia nevera de esas cosas que me encantan y de las que todo el mundo se ríe. Heura, quinoa, beyond meat, panes de cereales, muesli, té, granola, smoothies.
Qué hambre tengo de pintar un mural en la pared en un raro arrebato de inspiración. De teñir camisetas con flores de amapola y hacer pan y velas para que toda la casa huela a mi infancia en los campamentos de verano del colegio.
Qué ganas tengo de amar sin miedo, de hacer ruido y deshacerme en esos besos lentos que me deshilachan el alma, para luego pasearme desnuda por el limbo nebuloso de la somnolencia, en tus brazos.
Y qué apetito de despertar con la espalda entibiada por la luz del sol moribundo al ritmo de las palabras de amor anticuadas de Fitzgerald, hablando de verano, del mejor jazz, de la mejor época.