Sentí sus ojos en mí e inmediatamente temí estar yendo demasiado rápido, por lo que levanté instintivamente el pie derecho del pedal. Quise hundirme en su mirada, que adivinaba del color del topacio bruto a la luz del Astro Rey, pero me sentí enrojecer y decidí no arriesgarme a una distracción.
- ¿Qué? - murmuré, nerviosa
- Eres preciosa, ¿lo sabes?
Se me atragantaron en la garganta un puñado de mariposas y lamenté no haberle mirado a los ojos.
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