Hay ciertas cosas, ciertas sensaciones, que se viven pocas veces en la vida y se recrean con frecuencia. Dejan huella en el alma y ya no se pueden olvidar; como una estocada suave y titubeante, abriendo mi carne lentamente a nuevas sensaciones, y de pronto su voz derritiéndose en mi oreja como caramelo fundido, susurrando «te siento...».
Por todas partes, su olor, su calor.
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