miércoles, 13 de noviembre de 2024

Feliz no aniversario.

    Después de un par de días reprimiendo una fecha que tendría que haber sido bonita, ahora, en este instante, quiero regalarme unos minutos para sentir la pena y la pérdida.

Hoy debería ser nuestro aniversario. Cuatro años. Una parte de mí quiere estrangular a mi Yo de 23 años por haber cogido el teléfono aquella noche de insomnio, pero eso no sería justo. Ella no sabía, ella no tenía la culpa, y no todo fue malo. Esa es la realidad. Por eso duele tanto ahora, y por eso me costó tanto soltar: yo solo pedía un día más de estar con él, de dormir con él, de acompañarle, de escucharle, de besarle y de hacer el amor. Mira que Cristian me dijo que alargarlo no iba a ayudarme, y tenía razón, y al final terminé soltando tan poco a poco que no hice más que causar una agonía infinita para todas las partes.

Algo me decía que ahí no era, para qué mentir, pero me negué a escucharme. Aposté por Diego, pensé que sería diferente; pero tampoco diré que me falló, porque siempre demostró que sabía querer mucho, pero muy mal. Me fallé yo misma con idealizarle y crear una excusa para quedarme y, aunque eso dolió, más duro fue perderme a mí mismo por alguien que no valoró lo que le ofrecía.

Ahora me siento desnuda y perdida. En el fondo sigo esperando que aparezca en algún momento y que todo sea como si nada hubiera ocurrido, pero ya no puedo olvidar lo que sé. Una vez que lo he visto, no puedo fingir que no.

Estoy cansada de echar de menos ese ratito más, ese día más, esa noche más, esa cita más; todas esas cosas que ni llegan, ni van a llegar. Estoy cansada de tanta nostalgia, de querer y no poder. De sentirle en mi casa, en mis cosas, de soñar con su olor, de recordar esto y aquello que le gustaba, de no poder hablarle como antes, como siempre. Estoy entumecida de rabia y amor y despecho y silencio.

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