Te dedicaré esta entrada, y será la última de mi vida. Por fin he tomado la decisión a la que estaba avocada la situación, y ahora por fin me doy cuenta de que debería haberlo hecho hace muchos, muchos años.
Lárgate de mi vida. Eres un rancio, y un fracasado, y lo peor de todo es que sigues teniendo el poder de molestarme y hacerme daño. Eres un mierdas, ni siquiera entiendo por qué me ha llegado a importar tu opinión en algún momento de mi vida. Recuerdo las cosas bonitas que me has dicho, pero más aún lo cruel que eres cuando estás amargado y despechado, cada una de tus frases insultantes y amenazantes las llevo atravesadas en el pecho.
Nunca me has hecho sentir nada más que desprecio, odio e inseguridad. Eres un imbécil inadaptado, que no se interesa por nada más que por hacer daño y soltar tonterías condescendientes, te crees muy inteligente por ponerte de parte de barbaridades que obviamente nadie acepta. Estoy harta de ti, y mira que lo he intentado veces... pero sigues siendo mi momento más bajo en la vida. Creo que en ese punto me quería a mí misma tan poco y tan mal, que no entendía que alguien pudiera hacerlo de manera diferente. Y tú siempre reforzabas esa idea de que debía estar agradecida de mendigarte lo poco que me dabas.
Púdrete.
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