jueves, 17 de enero de 2019

Reserva.

Me pregunto si bajaré de 70 kilos este mes.

Pienso que quizá sí, distraída, dándole vueltas a la manzana en la mano. Como todas las manzanas ácidas de la variedad Granny Smith, tiene un color precioso y muy característico, el verde más brillante que hay. Un par de gotas del agua con que la he lavado se resbalan por su superficie.
Esta manzana es mi cena, así que más vale que la saboree despacio. Es curioso, no hace mucho tiempo que soñaba con comerme una manzana a mordiscos, algo que mis dientes nunca me habían permitido hacer, y ahora no gozo de ese lujo tanto como debería. También me habría gustado correr como esas personas que lo hacen por gusto a cualquier hora del día. Ahora yo también soy de esas, aunque no aguante demasiado... hay que ver cuántas cosas estoy consiguiendo en poco tiempo.
Al cambiar de postura en el sofá, noto un pequeño chasquido desagradable y me miro el dedo corazón, donde otra uña ha hecho de las suyas. Tiro y se desprende fácilmente.
Ya, ya, lo pillo: este último mes me he estado portando mal, y mi cuerpo lo acusa y cede. El círculo vicioso que se repite, y aún así, me siento fuerte y ágil, capaz de aguantar sin comer ni beber, trabajar durante horas, levantar algo pesado, dormir poco y seguir funcionando.
Me siento como uno de esos electrodomésticos antiguos, de los que se comen con patatas toda esta endeble tecnología moderna. Tosca y rudimentaria, pero dura como un muro.

La manzana estaba riquísima, pero yo no me siento saciada.


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