lunes, 18 de junio de 2018

Sweet.

De repente me mira, con una sonrisa contenida, se le dilatan las pupilas hasta que el iris es un fino halo dorado en torno al negro, y veo que sus mejillas pálidas se tiñen de rosa. Me doy cuenta, con orgullo y celoso placer, de que esa sonrisa es mía, que puede hacer que me sienta de mil maneras distintas cuando aprieta los labios contra mi frente y me da ese besito suave, dulce; y yo me soy diminuta bajo las emociones que me arrollan y enorme a la vez, como si pudiera comerme el mundo de un solo mordisco.

miércoles, 13 de junio de 2018

Agony.

Contra todo pronóstico, llega el final del día, y con él, la oscuridad. Solo puedo distinguir el titilar diguso de las luces e indicadores de la bomba de perfusión, que arroja una luz azulada contra las paredes y un zumbido sordo que pronto se convierte en ruido de fondo.
A pesar de rodo, de pares y nones y de idas y venidas, estoy aquí, a tu lado. Solo yo. Quien te baña, quien te hace de comer, quien te coge la mano en cada nueva agonía.
Pero la verdad es que odio dormir contigo, a pesar de lo agradable y tranquilizador que resulta tu olor familiar y el martilleo de tu corazón tan cerca de mí. Pero no puedo dejar de mirar la silueta de tu pecho, esperando que vuelva a llenarse después de cada exhalación, esperando algún ruido, un indicativo de que estás viva.
Me pregunto por qué será que vivo con este miedo atronador, si es que la oscuridad me recuerda que no hay día sin certeza de que la noche vendrá, y entones soy más consciente que nunca de que cada latido puede ser el último. O es que pervive en mí el miedo de que sea yo quien cometa un error fatal y te mate, y no poder sacarme esa imagen de la sesera jamás, y pasar el resto de mi existencia viendo tu rostro sin vida por las noches como ya sueño con recuerdos de gritos, despedidas, pus y ríos de sangre.
Quizá se te haya olvidado, madre, que no eres la única víctima de esta tragedia.

martes, 12 de junio de 2018

Fun, fun, fun.

La historia de Jessica en la segunda temporada de 13RW me está trayendo muchos recuerdos. Ella fue violada por el mejor amigo de su novio con el consentimiento de éste, una noche en una fiesta, mientras ella estaba borracha y semi inconsciente. Sin embargo, le hicieron creer que había mantenido relaciones sexuales "consentidas" con su pareja; y aunque en su fuero interno sabía la verdad, lo cierto es que Jessica no es capaz de admitir lo que le ha ocurrido.
Violación es una palabra fuerte. Es la clase de cosas que te enseñan que solo ocurre en ambientes peligrosos, como en lugares pobres, escenas retratadas por el cine y la literatura a lo largo de los años como escenas violentas, en las que existe una resistencia activa por parte de la víctima. Parece la clase de cosa que nunca ocurriría a nadie normal, en circunstancias normales. Para eso, nos enseñan desde pequeñas, y ojo, enfatizo el femenino, a tener cuidado con los ambientes en que nos movemos, las horas a las que salimos, la compañía, la ropa y el alcohol. Es duro, porque no he visto a nadie que enseñe a sus hijos a no violar; o que enseñe a las mujeres que, mientras no medie consentimiento, es violación con todas las de la ley. Si estás bajo el efecto de alguna sustancia que altere tus sentidos, es violación. Si no has dicho que sí, aunque tampoco hayas dicho que no, es violación. Si tu pareja te fuerza a tener sexo y a ti no te apetece, por mucho que sea tu pareja, es violación.
Me habría gustado tener más conciencia de lo que implicaba ser forzada. Nadie rompió mi ropa, y yo no grité, no ofrecí resistencia activa, no peleé. Solo le dije que parase, una y otra vez. No lo admití durante mucho, mucho tiempo, y en mi fuero interno (porque en voz alta jamás lo decía), pensaba en aquella tarde como "sexo no consentido". Pero nada de esto evitó que tirase la ropa que llevaba puesta a la basura, que no pudiera mirarme al espejo y ver las marcas de sus dientes y los moratones que dejaron sus manos en mi cuerpo, o que tardase mucho en volver a pensar siquiera en que nadie me tocara. Tampoco he vuelto a ese lugar, y, desde luego, no he sabido nada de él. A estas alturas me pregunto si él sabía que yo no quería... me pregunto si era consciente de que me estaba obligando a ofrecer mi cuerpo, mi dolor y mi inocencia contra mi voluntad. Me pregunto si era consciente de lo que estaba haciendo, a pesar de que yo no hiciera nada para detenerle, salvo gimotear y suplicar.
Ahora siempre tengo miedo de que alguna vez vuelva a ocurrir, y lo único que me tranquiliza es que mi cuerpo, por su forma y aspecto, no es realmente objeto de deseo para nadie. Puedo hablar de ello, o más bien escribir sobre ello, pero eso no significa que no me sienta tensa y asustada cuando estoy en la calle y es de noche, o en todas las ocasiones en que un hombre ha hecho un movimiento indeseado de aproximación a mi cuerpo.
Y ¿quién lo creería? la mayoría solo dirán que tuve relaciones sexuales sin protección, que me asusté y dije una mentira, porque era una cría. Pero así es como funciona el mundo, y ya estoy acostumbrada a guardarme para mí lo que ocurrió.

domingo, 10 de junio de 2018

Exhaustion.

A veces tengo la sensación de estar hecha de un cristal muy fino y agrietado, como si cualquier pequeño roce pudiera romperme en mil pedazos. Intento convencerme de que soy más fuerte y capaz de lo que yo misma creo, pero la realidad es que se me dan mejor los sprints que las carreras de fondo, y ya no tengo oxígeno ni para dar un paso más.

miércoles, 6 de junio de 2018

A drastic turn of events.

He venido de nuevo, como quien recurre a un viejo amigo, a un viejo hábito. He venido como el alcohólico rehabilitado, que coge la botella siempre que las cosas no van como lo esperaba. He acudido a mi pequeño refugio como quien pasea, inconscientemente, hacia un sitio conocido. Mucho estaba yo tardando.

Cuando vives en tensión, los minutos parecen alargarse indefinidamente. Eso está bien, si tienes que medir todo lo que dices, porque cualquier mala expresión podría provocar una crisis de llantos y reproches en la que solo puedes agachar la cabeza y disculparte. Hoy, por enésima vez y a pesar de mis breve escapada, he vuelto a contener las lágrimas, mientras un dolor sordo ardía en mi pecho y me constriñe los pulmones aún ahora.
Eso es, me siento constreñida. Como un envase de zumo, aplastado por las manos del niño grande y caprichoso que es mi familia a veces. Es un tipo de daño diferente este, pero no deja de ser lo que es, y yo estoy familiarizada con el dolor y la pena. He crecido rodeada por él, otro viejo amigo.
Mucho se teoriza sobre la felicidad, de si es estado o emoción, conformismo perpetuo o espejismo. o mera ausencia de desdicha. Felicidad. Una palabra que suena extraña en mi mente ahora, como cuando repites el mismo término muchas veces. Fe li ci dad. Suena feo, suena mal. Desconocida, y a la vez familiar, tal vez porque siempre se me escapa de entre los dedos.

Como siempre que las cosas se tuercen en mi precario equilibrio, las palabras fluyen de mi mente prolija, pero soy incapaz de abrir la boca. Soy incapaz de hablar, me queman en el pecho las cicatrices torcidas, tropezando unas sobre otras, de una infancia y juventud de soledad, abandono y lágrimas. No puedo respirar. No veo luz, no veo nada. Si tan solo pudiera exteriorizar hasta qué punto me siento triste, cómo de cansada estoy, entonces quizá tendría un minuto de paz, asimilando que viviré como una pobre desgraciada, perseguida por mi pasado y mi presente lo que me queda de vida.
¿Qué he venido a hacer a este mundo?
¿Por qué sigo viviendo?