Algunas veces me sorprendo de la intensidad con la que te quiero. Me sorprendo de que me quieras, también. Me sorprendo de lo oscuros que parecían mis días sin ti en ellos, de la luz que arrojas sobre cada momento con unas pocas palabras. Me asombra que hubiera un tiempo en que yo no estuviera contigo, y me pregunto cómo podría pasar un solo segundo más si no estuvieras en mi vida
Me pregunto cómo volvería a dormir sin un te quiero de corazones verdes. O cómo saldría el sol sin que me dijeras buenos días, preciosa. Me pregunto si ha habido alguna vez algo tan intenso y sincero en mi vida, y comprendo que llegaste para desatar los apretados nudos de mi control, a remover todo el falso orden de mi vida, pintando de curvas brillantes las líneas rectas y grises que guiaban mi existencia con cada caricia de su pulgar sobre mi pómulo, borrando todas las lágrimas lloradas y todas las que quedan por llorar, cubriendo cada una de mis inseguridades con ese amor intenso y cálido, con tu olor, tu sabor. Aún si saber lo que se te venía encima, mi pobre bae...; Y no hay nada que me guste más que sentirte en mi piel, que dormir sonriéndole a la burbujita que contiene tu rostro en mi móvil, nada que me guste más que oír que te gusto, leer que me quieres, sentir esas dos palabritas como un suspiro volátil en mi oído, y saber que solo me lo has dicho a mí. Nada que me guste más que tus insinuaciones, volverte loco para esconder mi propia locura, sin decirte que me has robado el corazón y el alma con tu sonrisa tímida, el sueño con tus manos de artista, la razón con cada palabra bonita. Nada mejor que tu amor en mi conciencia, tu presencia en mis sueños, tu risa en mi recuerdo.
Nada mejor en mi vida que haber dicho que sí a esa cerveza, un 20 de mayo.
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