Hoy es uno de esos días en los que preferiría leer, o ver una serie, o matar a los malos de Hitman.
Pero no. La culpa me obliga.
Esta mañana, Eva me ha insinuado que había herido los sentimientos de Carmen con la entrada que escribí después del examen. Luego ha insinuado que eso me va a llevar a suspender la evaluación definitivamente. ¡Como si eso tuviera alguna importancia! no quería hacer daño a nadie. Solo era una reflexión, diantre, ¡todo el mundo sabe que la adoro! la he idolatrado desde el quince de septiembre, la he defendido cada vez que mis compañeros la acusaban, ¿cómo iba yo a acusarla también?
Creo que el texto que publiqué es bastante explícito: yo sé que la culpa es mía. Sé que hice un mal examen, simplemente es injusto que no reflejase el empeño que yo había puesto en él, punto. No quiero que me lleven entre algodones, o de la manita, o algo parecido, como ha dicho Eva. Carmen no es injusta, la situación lo es, y apechugo con ello, nunca he pensado en otra cosa.
Entonces, ¿le ha molestado mi descripción de la situación? en lo relativo a la clase, quiero decir. En ese caso lo lamento, porque no voy a retractarme: hoy algunos de mis compañeros me han dado la razón, incluso me han agradecido el texto. Un chaval de la clase de al lado ha venido a estrecharme la mano.
¿Cómo iba yo a hacer daño a una de mis profesoras favoritas? Independientemente de si el método me parece acertado o no, ¿quién soy yo para cuestionarlo? si da resultado, adelante. Yo no he sido traicionada ni nada por el estilo, soy consciente de que no puedes evaluar el esfuerzo de un alumno si no se refleja en el papel. Y ese es el caso, qué remedio.
Pero, mierda, no quise decir nada injusto, no quise hacer daño a nadie.
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