Querido San Valentín:
Te escribo esta pequeña carta porque creo que deberías ampliar tus miras y no auto limitarte...
Una vez me dijeron que mi adolescencia había sido más triste que la de mis compañeras porque me había cerrado al amor. Y yo sonreí, como cada vez que oigo una burrada por el estilo.
No le faltaba razón: me he cerrado en banda al amor romántico en muchos aspectos. No solo porque tema experimental dolor de nuevo, tampoco me apetece tener novio: no me apetece sacar tiempo de mi descanso (paso demasiadas horas estudiando), ni de mi lectura, ni quitarle tiempo a otras personas, ni pensar en fechas y regalos y citas. En otras palabras: tener novio me da una inmeeeeeeeeeeensa pereza.
Pero ese no es el motivo por el que el comentario sacó a relucir mi lado más desdeñoso: el asunto es que aquella persona, como tantos otros, limita el amor al ámbito de pareja.
Yo me reí porque nado en amor. Tengo unos padres magníficos, que me aman y me protegen, tengo unos hermanos maravillosos, que me adoran y me sobreprotegen y tengo muchos amigos para darle sentido, alegría y experiencias a mi vida.
El amor me sale por las orejas..., tanto que a menudo tengo que salir sola a dar un paseo, y despejarme.
Si bien mi orgullo hace que a veces me resulte difícil admitir que me importan las personas, el hecho de que amo a mi familia y a mis amigos es tan obvio que sería una estupidez ocultarlo. Y muy hiriente para ellos, supongo.
Todos cometemos alguna que otra tontería, y yo no soy menos. Por supuesto que me he encaprichado con chicos, he sentido la más intensa de las emociones y también el más oscuro de los vacíos..., pero ni siquiera equipararía esas exageradas experiencias a la felicidad que me proporcionan las personas a las que quiero.
Por eso, mi malinterpretado amigo, me gustaría que avisaras a El Corte Inglés de que este año, como cualquier otro, no tengo la más mínima intención de dejarme un solo euro en absolutamente nada, precisamente porque yo amo todos los días y no solo el catorce de febrero, y me gusta regalar espontáneamente (tal y como me vienen las ideas) y no por compromiso.
Con amor y un gran y satírico mal humor,
Cristina Elena Castro García
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