En cuanto publico el estado, veo un primer comentario suyo. Vaya, es la primera vez que coincidimos en diez días casi.
Empiezo a pensar en lo que haré. En esa sensación que me provoca todo esto. La sensación de estar perdida, de sobrar, de tener solo un par de razones para dejarme caer por aquí, medio muerta, una vez cada tropecientos días. La sensación de que este no es mi sitio, y la persona que vino a rol con todas sus ilusiones se perdió cuando "cambié" mi bias por primera vez. ¡Como si ella hubiera dejado de ser yo! Y me doy cuenta de que ya no soy feliz aquí.
Noto que me mareo, que empiezo a angustiarme sin motivo, y me marcho del comedor mascullando un seco <<con permiso>>. Siento todas las miradas en la nuca. Luego cojo un pijama amplio y fresquito y huyo al cuarto de baño.
Mientras me quito la ropa, me voy mirando al espejo. Es inevitable, ya que toda la pared es de cristal y me veo reflejada. Con la ingente cantidad de tiempo libre que he tenido estos días, me he cuidado mucho. Ahora luzco mejor que nunca. Mi piel sigue siendo tan blanca como siempre, pero se adivina una pincelada dorada en los brazos y las piernas, sonrojada en los pómulos. El pelo me ha crecido considerablemente, y el tinte vegetal ya se ha decolorado, dando lugar a una cascada de tirabuzones que rebotan contra mis hombros contínuamente, variando entre mi solo castaño natural y el dorado-rojizo que me confieren el sol y los tintes. De todas formas, me alegro de que las raíces asomen más de dos centímetros, de no ser por las fotos habría olvidado de qué color es mi pelo.
Entro en la ducha, de la que sale vapor en grandes volutas que dejan empañados los cristales, donde las gotitas parecen hacer carreras por ver quién llega antes al final.
A pesar del calor, una ducha caliente es lo que más me relaja. Dejo que el agua que cae del techo relaje los nudos de mis contracturados hombros, que convierta mi pelo en un río negro y acaricie mi suave piel.
Pero nada puede parar a mi mente, que se pasea entre los mejores momentos que he tenido con él, entre los motes más cariñosos, los <<Fresita>> <<Sirenita>> <<Gatita>>. Y evoco aquella única y dolorosa vez en que me dijo que me amaba, aunque fuera mentira, aunque fuera solo una noche. Cierro los ojos, y noto más agua en la cara, pero no sé si estoy llorando o no. ¿Por qué debería? Lo he tenido muy claro siempre, que ninguna de sus dos personalidades me va a querer nunca, que por más distancia que ponga entre nosotros siempre vuelvo..., porque realmente no quiero que se separe de mí. Imagino que sigue siendo esa ilusión que me hace seguir adelante, imagino que sigue siendo el porqué vuelvo.
Esto es muy parecido a llorar mientras sonríes. Cierro el grifo y me envuelvo en una toalla. Y la siguiente vez que me miro en el inmaculado cristal ya no veo a una chica más alta y más flaca, más mayor, ya no veo bucles castaño-dorados, ni siquiera un atisbo de bronceado bonito en mi blanquísima piel. Solo veo a una niña pequeña, anodina y gordita, con el pelo y los ojos oscuros, devolviéndose la mirada con gesto impasible.
Me apresuro a secarme, pendiente en todo momento del icono de las notificaciones de Tuenti, esperándole de nuevo. Parece que sólo sé hacer eso, esperar y echar de menos. Aparecer y desaparecer.
Luego me peino con los dedos y me acurruco bajo la colcha aferrándome al móvil. Sé que hace calor, pero no me apetece poner el aire. Mi piel está ligeramente húmeda de sudor, pero por dentro tengo frío.
Va a ser una noche muy larga.
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