-¿Y no sería más desgarrador que no estuviera a tu lado? ¡Tienes que ser fuerte!
No supe qué contestarle.
Es desgarrador el día a día. Ver cómo su salud cae en declive, cómo languidece, incapaz de luchar.
Es doloroso ver cómo vomita hasta el agua, con la única capacidad de sujetarle el pelo y murmurar torpes consuelos.
Ver cómo delira por la fiebre, pudiendo solo abrazarla para darle calor.
Que no puede enfocar la vista, porque no está realmente consciente.
Que pregunte quién eres tú, su propia hija.
Verla solo media hora al día.
Las pesadillas.
Es desgarrador saber que no va a vivir tanto como una persona sana y normal. Que se nos acaba la tregua.
Saber que sufre cada uno de los días de su vida y no poder hacer nada. Saber que no se queja. Que no rompe a llorar por no hacernos daño.
La angustia cuando su respiración y su latido bajan al subsuelo en el monitor.
Desgarra que no respire bien, y solo ver cómo boquea en busca de aire, como un pececillo en la arena.
Hay muchas cosas que desgarran y yo ni siquiera puedo derramar una lágrima frente a ella.
Pero en mi fuero interno yo soy consciente de lo egoísta que soy. Y de que prefiero que esté a mi lado, aunque sufra dolor, a que no lo esté. Y punto. Lo siento.
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