Estaba siendo un buen día, dejando de lado el hecho irremediable de que era lunes y de que acababa de hacer un examen. Ya me habían dado algunas notas, que no eran malas, aunque tampoco brillantes. Dentro de la media, me imagino. Y aún tengo fresco el fin de semana, reírme, tirarme sobre el césped, comer chuches, sentarme junto al fuego, ponerme de puntillas y besarle...
Supongo que todo iba bien. Hasta que salí del examen de lengua. Estaba dudosa, sumida en mis cavilaciones, rebuscando en mis bolsillos en pos de mis auriculares extraviados. Un rostro grande de facciones marcadamente sudamericanas estaba a un palmo de mí. A su lado, algo más bajita y con una dulce y tímida sonrisa que contrastaba con el look heavy, Carmen. Yo tenía el cerebro tremendamente embotado. Algo me espetaron entre las dos sobre un colmillo y rollos, y estar o no buena...Yo comprendí solo a medias, y lo que entendí no me gustó nada. Así que me largué de las escena echando humo, cabreada y con los ojos anegados sin motivo. Alejándome hacia la clase de matemáticas sentí un par de ojos sobre mi espalda. No me gustó nada. Sufrí un colapso. Ya basta, me dije, me dejé caer sobre el banco de fría piedra y dos lágrimas escaparon a mis ojos. Las palabras rebotaban enfebrecidas por mi mente. Estima...caer muy bajo...Cris...Rollo...Liarse...
Por primera vez en muchísimo tiempo y de forma deliberada me evadí de la clase, hablando sólo cuando me hacían una pregunta directa, ya por parte de la profesora o de mi pobre compañera, que debe ser tonta si no se ha percatado de la hostilidad que emanaba de mis ojos.
¿Estaba enfadada quizás? ¿Desilusionada, o solo dolida? puede que un poco de todo. Pero ya estaba vacía de todo sentimiento cuando bajé las escaleras. Me encontré con mi amiga de nuevo. Me explicó que Carmen se sentía mal por cómo me marché, y con razón, pero yo no estaba para nada y traté de irme de nuevo. Naya me retuvo y me lo explicó todo con detalle, lo cual no contribuyó demasiado a mejorar mi humor. Al principio, me enfadé aún más con él, quería arrancarle ese pelo suyo de gitano a mordiscos, pero sin saber cómo acabé enrabietada entre los brazos de Naya, que me consolaba de un mal que nunca debió existir...
Los "Es un gilipollas" se sucedieron. No me dejaron sola hasta que tuve que tomar la bifurcación más cercana a mi casa. Tenía tanto miedo de quedarme a solas con mis pensamientos que saqué el reproductor de música y me puse a escuchar Avenged, nuestro grupo, y a evocar sus ojos verdes y su sonrisa inocente. Casi sentí que mi corazón salía volando una vez más. Dear God. Traté de sonreír recordando nuestras conversaciones. Y casi funcionó, hasta que llegué a mi calle y le vi. Sentí ese cosquilleo en el puente de la nariz y los ojos llenarse de lágrimas. Los hurté a su mirada inquisitiva y huí al interior de mi casa.
Me has hecho mucho daño hoy. Eso sólo demuestra que yo tenía razón, que cuanto menos me aproxime a la gente menos daño me harán, da igual cuántas cosas buenas me pierda. Pero no pienso cambiar, no ahora que me estoy esforzando tanto por ser yo misma, por mirarlo todo con otros ojos, sonrisas y buen humor. Me estoy esforzando en estar conforme conmigo misma, y tú tiras por tierra todos mis avances, como si pisoteases hormigas sin darte cuenta.
Que seas precisamente tú quien diga esas cosas es lo que más me molesta, ¿sabes? Porque has destrozado tu vida, y eres un crío, y yo no hice nada, y sin embargo opinas de mi vida privada como si cualquier cosa. Si te molesta lo que haga o deje de hacer, me gustaría que me lo dijeras a la cara la próxima vez.
¿Quién cae más bajo ahora? ¿No serás tú, que con apenas dieciséis años no puedes dejar de fumar? ¿No serás tú que te emborrachas cada fin de semana? Otro que se cree mucho y no llega a nada.
Piensa un poco antes de hablar tan a la ligera, antes de hacer daño. Pienso que no es justo, la verdad. Aunque puede que lo merezca, como decía Julieta Venegas...
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