martes, 13 de marzo de 2012

By a friend .w.

Esto lo escribió uno de mis mejores amigos para mí, y le he pedido permiso para publicarlo en el Blog, con la condición de no revelar su nombre a nadie, claro. (L)
A mí quién me gusta es ella. Nadie más que ella, con sus mil caras diamantinas.
¿Lo primero que adoré? Su sonrisa. Ahora la necesito como si fuera aire para respirar. Su sonrisa, como si todo fuera perfecto un instante. Su sonrisa triste, tirante, sarcástica, torcida, distante, feliz, espontánea.
Y su aire de persona ajena. A veces tengo la sensación de que ella no pertenece a este mundo. Cuando mira el atardecer con ese aspecto melancólico, y su suave cabello rizado lanza destellos rubios y rojizos. Y cuando sus ojos castaños y brillantes adquieren esa tonalidad acaramelada que tan bien combina con sus facciones de cera, la pincelada rosácea en sus mejillas y sus labios como pétalos. Y pese a todo, siempre contesta bien, siempre tiene una buena cara para todo el mundo, mientras dibuja garabatos de gatitos en el margen de su cuaderno, surcado de palabras en idiomas que sólo ella comprende.
Ella intenta parecer dura, ahora me doy cuenta. Por su forma de erguir el mentón, de mascar chicle arrogantemente. De lucir sus pinchos y tachuelas. Y sin embargo, lo intuyo, el rosa le iría mejor... Quizás por su fragilidad. Tan...pequeña, a mis ojos. Por las pecas y los rizos rubios. y esa mirada que transmite tristeza, profundidad, y esa inteligencia tan escasa estos días.
A veces tiene los hombros hundidos y los ojos llorosos, y al perderme en ellos intuyo que debería vivir al menos cien años para comprender su dolor. Otras veces, dirige miradas furtivas a su mochila, veo asomar un libro entre los cuadernos y me pregunto si es una chica tan difícil como yo creo. Solo rosa, rosa bebé.
Creo que lo único que alcancé a comprender del todo en mi amiga son los celos. Una vez le pregunté si sabía qué se sentía. Otra vez esa mirada hueca y sombría bajo esas espesas pestañas suyas. Es como si tuviera demasiadas edades. Mitad mujer, mitad niña.
Ella asintió, sombría, y yo me pregunté quién sería capaz de resistir semejante enigma.
Y yo, ¿había tenido celos? Creo que lo preguntó por cortesía más que por auténtica curiosidad.
-Claro-respondí
Cada martes y cada jueves, cuando ese chico alto y moreno te recoge en la academia, y tú corres a abrazarle sonriendo.
Por supuesto, no lo dije en voz alta. Ella me observó como si comprendiera, y yo pensé irónicamente que tal vez la simbiosis estuviera entre sus múltiples talentos.
Febrero de 2012

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