Tengo que confesarte que a veces me arrepiento de cómo llevé tu primera vez, ya que siento que era mi responsabilidad y aún así no supe hacer las cosas bien. Estoy convencida de que no solo le doy más importancia que tú; de manera que aunque creo que nunca lo hablamos, he pensado que podía escribirlo, que eso siempre se me da mejor.
No es exactamente un recuerdo malo para mí, ni mucho menos, porque fue contigo y todo lo que hacemos juntos es especial para mí. Además, no sabes lo que significa para mí que me regalases semejante experiencia, con todo lo que ello implica; pero siento que cedí a la tentación y a la presión constante de tu impaciencia. Tuve la oportunidad de hacer las cosas bien, de darte la clase de recuerdo con la que soñé de joven y que me arrebataron. Mierda, estaba que me subía por las paredes... tú, tan guapo, tan inexperto y tan deseoso, y yo tanto tiempo sin..., Bueno. Pero no soy idiota, y también sabía que te hacía sentir inseguro con mi decisión de tomarme las cosas con calma, o que pensaras que no quería acostarme contigo, así que al final cedí a ti y a tus labios inquietos, tu mano buscando la humedad de mis pliegues por encima de la ropa, un lugar seguro, resguardado y vacío...; vaya, que renuncié a lo que yo quería, a cambio de lo que quería mi cuerpo.
Podría haber parado, pero no lo hice. Deberíamos haber empezado por el principio, por los besos, las caricias y los preliminares. Debería haber puesto música suave, velas y pétalos de flores, debería haberte guiado suavemente y... Debería haber esperado a no tener la regla. Tú te merecías eso, la calma y seguridad de tu casa, de tu cama (que hoy ya es más mía que tuya); pero yo ni supe, ni pude ni quise pararte cuando me tocaste sobre la ropa, cuando me comiste los labios con ansia, cuando me besaste y mordiste desde las orejas hasta el vientre, cuando me amasaste y lamiste el pecho o cuando me hiciste llegar al clímax en menos de dos minutos con los dedos entre mis piernas.
Lo siento. Lo siento porque te merecías más, te merecías que fuera más romántico y que lo habláramos poco a poco, que empezásemos por lo básico y fuéramos avanzando despacito desde ahí. Lo siento por lo que pudo ser y no fue, pero..., aún así, y a pesar de todo, yo no me arrepiento. Espero que tú tampoco
Podría haber parado, pero no lo hice. Deberíamos haber empezado por el principio, por los besos, las caricias y los preliminares. Debería haber puesto música suave, velas y pétalos de flores, debería haberte guiado suavemente y... Debería haber esperado a no tener la regla. Tú te merecías eso, la calma y seguridad de tu casa, de tu cama (que hoy ya es más mía que tuya); pero yo ni supe, ni pude ni quise pararte cuando me tocaste sobre la ropa, cuando me comiste los labios con ansia, cuando me besaste y mordiste desde las orejas hasta el vientre, cuando me amasaste y lamiste el pecho o cuando me hiciste llegar al clímax en menos de dos minutos con los dedos entre mis piernas.
Lo siento. Lo siento porque te merecías más, te merecías que fuera más romántico y que lo habláramos poco a poco, que empezásemos por lo básico y fuéramos avanzando despacito desde ahí. Lo siento por lo que pudo ser y no fue, pero..., aún así, y a pesar de todo, yo no me arrepiento. Espero que tú tampoco
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