viernes, 22 de enero de 2016

Failure.

He crecido pensando que mi propia imperfección era un fracaso.
Nadie me ha enseñado eso, lo aprendí yo solita. No tengo nadie a quien demostrarle nada y sé que mis padres me querrían aunque no diera un palo al agua.

Cuando estaba en el instituto, era fácil ser la mejor. Las circunstancias estaban a mi favor, y me sentía muy bien estando por encima de todo y de todos. Una lástima que aún no me haya dado cuenta de lo poco que importan las cosas que yo considero fundamentales.
No sé muy bien de dónde viene esto. Tal vez de los días más oscuros, en los que era lo único que iba bien, mi seguridad. He estado dándole vueltas y sé que es lo único de mi vida que parece no tambalearse sin importar qué esté ocurriendo. Siempre podré seguir estudiando, esforzándome y superando mis propios límites. Creo que he interiorizado que no soy nada ni nadie sin mi capacidad de aprender como un papagayo, porque esto poco o nada tiene de inteligencia.

Ahora ya no es tan fácil sobresalir. Estoy rodeada de gente brillante, ya no tengo profesores que me adoren, ahora los exámenes significan todo. Y tengo la sensación de que sigo dando lo mejor de mí, pero ya no es suficiente. Una parte de mi cabeza está luchando contra la otra y me pregunto si debería disfrutar de esta experiencia o dejarme la piel como ya hice una vez. Éxito o bienestar.
El año pasado fue muy duro y yo fui sumamente insoportable. Todos sabéis a qué me refiero, por lo que no entraré en detalles.
Encantar ya no me asegura una matrícula. Y los resultados que antes significaban un fracaso ahora son motivo de celebración. He hablado mucho con mis chicas de coreano y me han ayudado a reflexionar; tienen razón en que debo quitarme un poco de esta auto-presión, pero sigo pensando que no puedo, no debo. No me cabe en la cabeza que el mundo a mi alrededor cambia y yo con él, y debo adaptarme.
Es solo que es muy fácil descansar, dormir un poco más o ver una serie. Una parte de mí grita enfadada que tengo que deshacerme de los hábitos inútiles, tales como descansar, pero es muy difícil. No me siento con fuerzas como para renunciar a mí misma una vez más por una matrícula de honor, pero es todo lo que necesito para sentirme segura, como si todo volviera a girar sobre un viejo y conocido eje. El eje de Cris.

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