Día 2: Cinco cosas no tan básicas sobre ti.
¿No tan básicas? si soy un libro abierto y me pregono a mí misma como si fuera un juglar...
Vale, pensemos.
1. Me cuesta mucho mantener el contacto con las personas, pero me siento insegura si las personas no lo hacen conmigo.
No soy de esas personas que hablan con todos sus amigos todos los días por whatsapp y quedan día sí y día también. Soy muy casera en ese sentido, y, aunque suene mal, a menudo me olvido de mis amigos (lo siento, chicos. Bueno, no lo vais a leer, qué más da.). Pero si ellos quedan sin mí, si se olvidan de llamarme, si no me proponen planes o no me hablan en mucho tiempo siento que soy un estorbo.
2. Paso más tiempo releyendo y volviendo a ver películas que buscando material nuevo.
Sí, ya he visto esa película (seis u ocho veces), pero ¡te lo prometo! no me importa volver a verla porque me encanta. Cuando un libro o una peli/serie me entusiasma, no me importa repetirlo mil veces, siempre me da algo en qué pensar o me hace sentir varias cosas distintas. Así que muchas veces propongo una película y quien sea que vaya a verla conmigo se niega si ya sé cuál es el final; pero yo insisto (y no me creen) en que me gusta más que ver una peli nueva que a priori puede no entusiasmarme tanto.
3. Me angustio cuando no tengo las cosas bajo control. La verdad es que esto es bastante básico, y lo saben bien las personas que han estado cerca de mí en el instituto: me pongo neurótica cuando no controlo bien el temario o cuando siento que me quedo sin tiempo, y con frecuencia exagero mucho con mis plazos y obsesiones. Pero ese TOC controlador no se limita solamente al ámbito estudiantil, y aquí viene lo nuevo: siempre que no sé cómo hacer algo, cómo llegar a algún sitio o qué me voy a encontrar en un lugar, me siento amenazada de alguna manera. Trato de hacerlo a la perfección, pero soy realmente torpe, bruta y tonta, y eso hace que me ponga más nerviosa todavía ante la perspectiva de algo desconocido.
4. NO SOY INTELIGENTE. Lo juro. Todos me repetís hasta la saciedad lo buenas que son mis notas, lo buena que está mi repostería, lo bien que se me dan los idiomas o cómo me expreso (especialmente por escrito); pero os lo prometo, todo eso es pura chorra. Potra de la barata.
Si tengo buenas notas es porque soy meticulosa y me esfuerzo, y en gran medida son infladas, así que no, no las merezco. Ni reflejan inteligencia ninguna.
Lo de los pasteles es maña y seguir la receta, y la he pifiado muchas, muchas veces, lo prometo. Pídeme que cocine de verdad, comida salada, y verás qué desastre.
No, no se me dan bien los idiomas, el francés es testigo de ello. No tengo nada que justifique mi inutilidad, pero lo del inglés es la repetición constante de la misma teoría y el resto... bueno, tampoco siento que sea especialmente buena en coreano o en cualquier otra cosa. El japonés ya ni lo cuento, porque en realidad no lo sé, no sé nada, es cierto. Me siento una farsa ahora mismo.
Y tampoco hablo o escribo bien. Muchas de mis palabras pueden parecer rimbombantes porque las he leído, igual que mi forma de expresarme es un reflejo de los libros. Sólo estoy repitiendo centenares de estructuras de mi cabeza, y muchas veces se me nota al escribir que he pasado un prolongado período de tiempo bajo la influencia de un determinado autor.
En fin, no soy inteligente, a menudo me achanto cuando no conozco algo y tampoco soy rápida asociando ideas. Ni siquiera soy brillante, así que parad con esa cantinela.
5. Soy mucho más femenina de lo que parece. Hubo una época en que eso era evidente, pero durante los primeros años de la adolescencia, en un esfuerzo por ser del agrado de mis amigos (re-confirmando el punto cuatro) oculté mi vena más pija y lo cierto es que descuidé mi imagen, de forma que ya nunca me maquillaba, me ponía ropa bonita, me alisaba el pelo o me pintaba las uñas. O sí, sí que lo hacía, pero en realidad ellos ya no podían verme como una mujer.
Este año me ha pasado algo parecido pero por motivos diferentes: estaba tan ocupada estudiando que no me acordaba de mí misma en absoluto. Llevaba las uñas mordidas, nada de maquillaje, la cara llena de heridas de dermatitis y marcas, y siempre con vaqueros y sudaderas, un caos. Lo peor es que a veces le quito importancia a mi imagen, como si me avergonzase de ir arreglada (hoy mismo, sin ir más lejos...). No sé qué me pasa, pero lo cierto es que me encanta comprar, e ir a la peluquería, y adoro el maquillaje, y leo la Cosmo de cuando en cuando. Quizás el asunto es que no quería parecerme a esas adolescentes pijas y tontas que veo en todas partes, no quería pensar solamente en eso, y no, no me refiero al sexo en absoluto. Quería demostrar que en mí primaba el intelecto sobre todo lo demás, cuando yo siempre he sabido que tampoco ahí valgo mucho, así que, ¿por qué no hacer un combo y sacar lo mejor de mí?
Al final la tontería esta me está viniendo bien, y todo. ¡Nos vemos en el día 3, cuando sea que me apetezca hacerlo!
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