domingo, 5 de octubre de 2014

04.10.2014 - EXTREMODURO

Sí, al fin fui al concierto de Extremoduro. ¿Quién me habría dicho que esto ocurriría cuando tenía ocho años? Por aquel entonces, mi hermana me ponía las canciones de Extremoduro y de Marea cuando me recogía del colegio, cuando hacíamos algo juntas. Sólo conservaba mis favoritas, como Puta, hasta que decidí ampliar mi repertorio durante mi adolescencia y descubrí que ya conocía la mayor parte de las canciones y las había olvidado.
Y ayer, después de medio año empapándome de la discografía de Extremo y adorándolos más allá de lo posible, al fin fui al concierto. ¿No es increíble lo contagioso de la euforia? De normal, no hablo a los desconocidos. Prefiero estar sola y pasar desapercibida, no me gusta bailar, ni las multitudes ni el ruido. Pero anoche me metí en el río de gente, hice amigos incluso entre los encargados de la seguridad, salté hasta que me dolieron todos los huesos del cuerpo, empujé y fui empujada, cargada en brazos, grité, canté, silbé, y agité los brazos tanto que hoy no puedo levantarlos por encima de la cabeza.
En principio, el nuevo disco me pareció bastante melódico, muy "soft". Canciones largas, progresivas, teclado y largos rifts, pero aún así ha sido increíble. Combinaron el nuevo álbum con sus canciones más representativas: Puta, Standby, a Fuego, Si te vas, AMA, Salir...
Los vasos de plástico del bar volaban, todos se subían sobre sus amigos tratando de llegar a Robe, a las luces, a ellos. Introdujeron cada canción de una forma divertida y original.
Salí de allí entera, dolorida y afónica; después de rechazar mucho ofrecimiento de alcohol y más drogas de las que conozco. Volver a casa fue difícil, pero a las cuatro y media ya estaba yo en mi cama, mirando al techo con los ojos como platos y una incontenible emoción dentro, repasando mis recuerdos para atesorarlos el resto de mi vida.
¿Quién me habría dicho esto hace casi una década?

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