La decisión de echarle de mi vida fue dura, y no fue mía. Lo hice porque me metieron en la cabeza que era un segundo plato, que me tenía que sentir utilizada, pero no era así. Ha pasado más de un año, y aunque ya no tuviera que comerme la cabeza cada vez que me decía algo, o leía algo, le echaba de menos cada día.
¿Nadie puede ponerse en mi lugar?
En fin. No voy a dar explicaciones de por qué lo he hecho. Yo quería y punto final. He valorado lo que sabía y lo que sentía; también sé que no hay opciones de que nada sea como antes. No voy a volver a echarle de mi vida, quien lo acepte bien, y quien no, pues que haga lo que quiera. Que se enfade. Que deje de hablarme. O que me apoye. A mí no me importa.
Lo hablé con mis chicas, y ellas lo han aceptado. Estarán ahí para escucharme y aconsejarme, me preguntarán por cómo nos va.
Ahora sólo queda mi familia. Y si van a dejar de quererme por esto, en fin, yo no me lo esperaba.
Reitero, no voy a dar cuenta de mis actos a nadie. No voy a quejarme a nadie que no quiera saber nada del tema. Y quien quiera escuchar mi opinión y mi razonamiento, que me lo diga, que yo no me voy a molestar.
Solo digo que no voy a defender nunca más mi amor contra viento y marea. Ahora solo voy a ser su amiga, porque sé que no va a existir nunca nada más.
Porque, independientemente de lo que yo sienta, las cosas están muy bien así.
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